La otra orilla

Una cosa y la contraria

Es necesario reivindicar la verdad, reivindicar el pensamiento propio, la radicalidad de la coherencia

Vivimos un tiempo extraño, un tiempo de relativismo moral en el que la verdad va cambiando según aconsejen los acontecimientos. Podemos decir hoy una cosa y mañana la contraria y quedarnos tan tranquilos porque no va a tener consecuencias. Mentimos con una facilidad pasmosa sin avergonzarnos de ello. La verdad tiene poco acomodo en esta posmodernidad instaurada.

Así observamos cómo el presidente del Gobierno en funciones declara que no podría dormir tranquilo con Pablo Iglesias y meses después llega con él a un acuerdo para gobernar en coalición; Gabriel Rufián dice que nunca votaría con la ultraderecha y ahora propone votar no, lo mismo que Vox, en la investidura de Sánchez; Abascal se muestra contrario a las subvenciones públicas a los partidos pero pone la mano para cobrar la que le corresponde; Pablo Casado declara que nunca pactaría con Sánchez y ahora se enfada porque éste no lo llama para negociar la investidura; Ciudadanos, bueno mejor no decir nada de Ciudadanos…

Pero no sólo nuestros políticos son contradictorios, los medios de comunicación también colaboran en este sin sentido. Sólo hay que escuchar a tertulianos que hace unos meses criticaban al PSOE y a Podemos por no llegar a un acuerdo y llevarnos a nuevas elecciones y ahora los critican por llegar a un acuerdo. Y qué decir de las redes sociales, donde los creadores de tendencias hablan de lo que tenemos que comer, de cómo tenemos que vestir, de qué tenemos que comprar para inmediatamente después decirnos que lo que se lleva es lo contrario.

Tiempos difíciles para la coherencia, para mantener criterios propios, para tener una opinión y mantenerla, para vivir según se piensa. La volubilidad es lo que mola. Cuanto más incoherentes seamos más influencia ejerceremos en esta sociedad idiotizada. La verdad está desprestigiada y admitimos la mentira como animal de compañía.

Es necesario reivindicar la verdad, reivindicar el pensamiento propio, la radicalidad de la coherencia. Hay que volver a mantener las ideas, que nos hacen libres, personas de las que fiarnos porque no engañamos según sople el viento de la conveniencia. Hay que volver a que la palabra dada sea un contrato y que la mentira sea desterrada de nuestra vida. Hay que llamar pan al pan y vino al vino.

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