Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
En Barbate hay un campo de entrenamiento militar. En los últimos tiempos se están entrenando allí para el combate a jóvenes ucranianos. En cuanto acaban la instrucción son enviados al campo de batalla, posiblemente a sumarse a los más de 800.000 cadáveres de soldados ucranianos que ya se ha cobrado aquella guerra. Con lo cual esos jóvenes destinados en la costa gaditana tienen pensamientos recurrentes.
Así, hace unas semanas, el campo de entrenamiento se rodeó de concertinas, esas alambradas tan bestias que se hicieron tristemente conocidas en las fronteras. Y no era para evitar incursiones, sino justamente lo contrario: varios jóvenes ucranianos se habían fugado, buscando un futuro más tranquilizador que las trincheras de su país. Con 19 años no resulta un planazo irse a jugar la vida a un campo de batalla. Ni con 20, ni con 30, me atrevería a decir que nunca es buen momento para dejarse abrir las tripas por un maldito dron.
La guerra es un negocio. Gigantesco. El resto de elementos son construcciones para justificar y alimentar ese negocio: la patria, las fronteras, las banderas y todas esas zarandajas. Se usan convenientemente para alimentar el negocio de las guerras. Nos creemos que la OTAN defiende nuestros intereses, y creemos saber cuál es el bando de los buenos, cuál el de los malos. Hasta pensamos que, llegado el caso, estaríamos dispuestos a dar la vida por defender esta o aquella bandera.
Pero piénsenlo: si de verdad se dieran esas circunstancias, si de verdad llegaran unos soldados a tu casa a llevarse a uno o varios de tus hijos, si los metieran en un campo de entrenamiento en Barbate, si su futuro inmediato fuera alimentar el mercado de la carne en alguna guerra, lejana o cercana ¿qué harían? ¿Les recomendarían agarrar el fusil con fuerza y cantar a la patria mientras marchan al frente? ¿O tal vez los invitarían a pasar por debajo de las concertinas y buscarse algún rincón de paz en el mundo?
La mayor parte de la gente quiere vivir en paz. No quiere bombas, ni drones explosivos, ni tanques, no quiere batallas, ni escombreras, ni balas alojadas en el pecho de sus hijos e hijas, La gente quiere paz. Y del mismo modo que algunos nos están construyendo un escenario bélico, del mismo modo tenemos que construir, los que aspiramos a la paz, un escenario de paz, de no-violencia. La paz se construye.
También te puede interesar
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática
El mundo de ayer
Rafael Castaño
El grano
Quizás
Mikel Lejarza
23:59:59