La esquina
José Aguilar
Por qué Sánchez demora su caída
Hubo una Huelva no tan lejana, al menos para mí, donde todo estaba por hacer, que empezaba a despertar del letargo social impuesto por la dictadura y se asomaba, quizás desde la ingenuidad, quizás desde la inconsciencia, pero no falta de idealismo ni de energía, con ganas y juventud, a conocer y defender causas sociales. Se pasó de la asistencia y la caridad, de la mirada corta y no hablar de política, a pensar en global, a interesarse por el mal del mundo y sus injusticias, estamos a finales de los años ochenta y principios de los noventa. El movimiento para que Huelva tuviera universidad y acercar la formación superior a hijos de familias que no se podían permitir estudiar fuera de la ciudad y su provincia (aún resuenan los ilusos que se conformaban con “tener una buena comunicación con Sevilla”). Pero también estaba la Coordinadora ecologista, que cambió la resignación por otra percepción de la industria y se firmaron los acuerdos de 1991, base de todo lo que vino después. Pero es que también estaba el Movimiento de Objeción de conciencia onubense (MOCO) cuando la mili tenía tanto peso, o las acampadas del 0,7% en la Plaza de las Monjas, que pensaba en una ayuda al desarrollo comprometida con otras realidades. En esa época iniciaban su camino Huelva Acoge, Proyecto Hombre, Comité antisida… en definitiva, espacios de acogida, reflexión y ayuda a personas y familias en situaciones difíciles, como la droga que consumía los barrios o aquellos primeros inmigrantes tan perdidos y solos, por no hablar del estigma del SIDA que literalmente hacía apestados a quien lo tuviera.
También hubo otra manera de vivir el cristianismo, más alejado del rito y la tradición y más cercano al mensaje revolucionario de Jesús, con curas comprometidos y cercanos que atraían a jóvenes idealistas o simplemente con ganas de hacer amigos y salir de realidades no siempre fáciles en sus casas.
Han pasado casi cuarenta años de todo aquello, esos jóvenes ya son adultos y muchos siguen apegados al compromiso social, pensando que aquello no era ideal sino real. Muchas de aquellas causas han mejorado significativamente, se han dotado de recursos realidades que estaban abandonadas, otras han ido cambiando o emergiendo, como la soledad o la enfermedad mental. Algunas, a los ojos del mundo, siguen siendo causas perdidas, la diferencia es que encontraron a gente que sigue dispuesta a trabajar por ellas.
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