Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Merece la pena?
Una ancha plazoleta solitaria y silente. A la izquierda, un amplio caserón austero. Del secular escudo del genial navegante. Quien cediera a Colón un mundo entero.
El ensanche de la ciudad de Huelva, pasando por la antiquísima plaza de la Soledad, otrora llamada del pregonero, demolió las típicas e inolvidables casas y, entre ellas, la que la leyenda dio en llamar de Alonso Sánchez de Huelva.
Esta vivienda, cuya historia dimos a conocer en todo el orbe en una revista de ámbito universal, que fuera taberna La Angarilla, en los años noventa cayó derribada mostrando vergonzosamente a la luz sus intestinos, sus más íntimas vísceras. Así, el grácil doblado, las tibias alcobas, sus pasillos añosos, sus ventanas centenarias, se mostraron al sol vacíos y mutilados, se desvanecieron bajo las piquetas, con quejas sordas contra la sentencia municipal de voces autorizadas como las de Manuel Jesús de Lara, Antonio José Martínez Navarro, Alfonso González y tantos y tantos huelvanos que, con su desaparición, les pareció que les arrasaban también una parte de sus propias vidas.
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