Capitanus

Monticello

En el año 1978 se estrenó El cazador, de Michael Cimino, una película sobre la amistad masculina. La obra comienza con un grupo de amigos, trabajadores de una acería de Clairton, al norte de Pensilvania, que asisten a la primera boda del grupo, la del joven Steven, cuya mujer acude encinta al altar. La larga boda ortodoxa –la mejor boda de la historia del cine– termina, como es propio, en un desmadre etílico donde todos dejan ver sus costuras. A la hora de despedir a los recién casados, cuando éstos suben al coche nupcial, Mike, el héroe de esta historia, interpretado por Robert de Niro, recibe una confesión de Steven. Nunca ha hecho el amor con la mujer que acaba de esposar embarazada. Mike acaricia a su amigo, le sonríe y, entonces, la cámara nos permite ver sutilmente cómo otro de los amigos, interpretado por John Cazale, intenta besar a la recién casada, con la seguridad de quien no lo hace por primera vez. Mike, que con la mirada había dicho a Steven que no es menos hombre por su miedo o su inexperiencia, que siempre guardará su confesión y que su hijo será siempre su hijo y nunca juzgará a su esposa, sabe ahora también que hay un traidor entre ellos, aunque el repudio no es una opción. Esto implicaría desvelar el secreto, hacer daño a Stanley y romper el grupo. Su deber, además del silencio, será redimir al amigo miserable. El cazador de Cimino nos llevará luego a la guerra de Vietnam donde la lealtad de Mike tendrá una dimensión heroica, típicamente homérica. Pero es esa escena del coche, imposible de ver sin conmoverse, la que ilustra la naturaleza moral de un capitán. También es una película sobre la amistad entre hombres otro Cazador, el de Akira Kurosawa, su adaptación de las memorias del capitán ruso Vladímir K. Arséniev y de la relación de éste con Dersú Uzalá, el viejo nómada nanaitsi que le acompañó en sus expediciones esteparias. Es fácil quebrarse cuando Dersú, huraño y solitario, se reencuentra emocionado con su amigo Arséniev, tras varios años sin noticias de él, al grito de “Capitán”, “Capitán”. La etimología de capitán es sencilla. Procede de capitanus. El que está a la cabeza, quien construye y conserva la armonía de los suyos. Si me acuerdo de estos dos cazadores es porque Luis Sánchez-Molini llamó capitán a Ignacio Garmendia hace unos días, en su laudatio al recibir este último la insigne Orden de Caballero de la Solear. Certero fue con el término, pues capitán es aquel que en su virtud nos hace mejores.

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