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Hace unos días, en la gasolinera próxima al hospital Juan Ramón Jiménez, una persona mayor me pidió ayuda para pagar el repostaje, puesto que es autoservicio y tienes que apañártelas tú con la máquina. Vio la pegatina redonda “B” en la luna de mi Ford fiesta de 23 años y me dijo que si eso era para ir a Madrid. Entendí que el hombre viviría en la Huelva rural y que estaría de médicos, desde luego muy lejos de estar al tanto de eso de la Zona de bajas emisiones para acceder y circular por las ciudades y entonces me acordé de la C15. La Citroën C15 tiene fama entre los talleres de vehículo pensado para durar, de mecánica sencilla y robusta, sin grandes lujos ni accesorios, el rey de las revisiones. Se fabricó entre 1984 y 2005, en los últimos años en la factoría de Vigo, y hoy son buscadas por coleccionistas, difíciles de verlas en los desguaces, aunque muy comunes en los pueblos y campos. Su versión más vendida fue la diésel. Pues bien, según las normas ambientales de la DGT, las C15 no podrán circular en muchas ciudades a partir del uno de enero próximo y tendrán muy complicado pasar la prueba de gases en la ITV, lo siento por un gran luchador de la ecología en Huelva, que tiene una.
En grandes áreas urbanas y barrios periféricos, personas mayores con coches antiguos que lo usan para lo justo, se verán obligados a darlos de baja, aunque muchos no tengan dinero ni necesidad de comprarse uno nuevo. La verdad es que no le veo mucho sentido. A todos esos coches se les dio su permiso de circulación cuando se compraron y cumplían las normas de emisiones según la tecnología de la época. Más lógico sería que el proceso fuera natural y progresivo, cuando vaya llegando el fin de su vida útil.
El coche más vendido en España es el Dacia Sandero, fabricado en Marruecos, les siguen los modelos baratos de China, muy lejos de los híbridos o eléctricos muy caros y sin infraestructuras de carga accesibles, vistos por la mayoría como caprichos de gente con dinero. En esta transición a la movilidad sostenible, nunca hubo mayor distancia entre el espíritu de la norma y la realidad cotidiana de la gente corriente, ambiente propicio para la hostilidad y el populismo.
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