Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Vox, un estado de ánimo
Este Gobierno (el del apagón) con su corte o cohorte de partidos denominados progresistas, que le apoyan y sostienen a duras penas, nos tiene acostumbrados –es lastimoso decirlo así – a todo tipo de situaciones esperpénticas e inadmisibles en un sistema democrático. La última es la rescisión del contrato por la compra de balas para la Guardia Civil, no para incrementar el llamado rearme, el plan de defensa o cualquier otro eufemismo tan propio de nuestros gobernantes para tratar de engañarnos una vez más, por 6,8 millones de euros adjudicado a la filial de la empresa israelí IMI Systems, cuya revocación tendrá consecuencias económicas para el Ministerio de Interior y particularmente para su titular, el ministro Marlaska, contundentemente humillado y desautorizado por su presidente, y para el que muchos piden su dimisión o su cese.
En este punto se pone de manifiesto la situación planteada por los socios de izquierda que, formando parte del Ejecutivo y responsables como órgano colegiado que es, en éste y otros temas, están contra él, pero continúan en él y hay quien, pase lo que pase, afirma que no dimitirá, Tal es el caso de la ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego, que se niega a dimitir e impide a IU romper la coalición de Gobierno. A mayor abundamiento IU reivindicaba su presión al partido socialista y anunciaba que mantendría un estricto marcaje. Esto ha agudizado las grandes discrepancias entre socialistas y Sumar y también en la coalición de partidos que lidera Yolanda Díaz, que calificaba el caso de las balas como “la crisis de gobierno más importante de esta legislatura”.
Si posiciones como ésta, que no es la única, resultan insólitas, inadmisibles y absolutamente antidemocráticas en una coalición de gobierno progresista, como presumen los componentes del actual Gobierno de España (el del apagón), mucho más aberrante y rechazable es mantenerse en él cuando no se está de acuerdo con sus decisiones y con la mayoría de su política. Lo cual resulta bastante indigno. Lo decía de algún modo Álvaro Pombo en la reciente recepción del premio Cervantes: “Aquí ya no hay quien defienda su honor”. Ya sabemos que a ciertos políticos les cuesta mucho dejar de pisar moqueta, bajarse del coche oficial y perder las prebendas de un cargo bien remunerado.
Éstas y otras vicisitudes afectan al Gobierno, que no gobierna, dejándolo a merced de las veleidades de sus socios y de los partidos que por conveniencia le apoyan. Estos guardan un sospechoso silencio sobre las denuncias de corrupción que abundan a diario. Una falta de transparencia habitual en tantos temas trascendentales y en este del aumento del gasto militar que pretende hurtar al Congreso para su aprobación como establece un régimen democrático.
El Papa ha muerto pero la Iglesia sigue y “las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mateo (6,8). Expectantes estamos ante la proclamación del cardenal protodiácono del Vaticano: “Anuntio vobis gaudium magnum”…
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