¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática
De vez en cuando miro a mi alrededor y me pregunto hasta cuándo vamos a permitir que todo esto se deteriore sin hacer nada al respecto. No creo que coja a nadie de sorpresa que afirme aquí que tenemos un problema serio con la educación en este país. Un problema que no sólo afecta a lo puramente académico sino que se extrapola a lo social y a lo económico.
Los informes convergen en dos puntos: que la habilidad de los estudiantes españoles en las distintas competencias se alejan cada vez más de la media europea y que el problema tiene que más que ver con lo que ocurre fuera de la escuela que dentro. Sin negar que la familia y lo social lo es todo, los continuos cambios legislativos que obedecen primero a una ideología y ya después, si eso, a unos criterios pedagógicos reales, tampoco ayudan. Cada nueva ley dificulta aún más el ejercicio docente, cargando al profesorado de una burocracia inútil -pero imprescindible para cubrirse las espaldas si algo sale mal-, y de una responsabilidad que se detrae de las espaldas del alumnado.
No se puede enseñar a quien no quiere aprender. Por supuesto, tener los medios adecuados para estudiar es importante: un ordenador, acceso a internet, un escritorio y una habitación en silencio, son fundamentales. Quién lo duda. Si faltan, el alumno sólo tendrá a su disposición la única arma que es enteramente suya: la voluntad. La voluntad te lleva a la biblioteca a buscar ese silencio, ese ordenador, ese acceso a la red, aunque es ingenuo pensar que la voluntad todo lo puede. En casos de extrema necesidad, ni todo el coraje del mundo puede suplir las carencias más esenciales, menos aún siendo niño. Pero eso son casos extremos, ¿qué pasa con el medio?
Es frecuente leer en foros de profesores que la pérdida de autoridad del profesorado es insoportable. Alumnos que no guardan silencio una hora seguida, que se levantan cuando quieren, padres que apoyan cualquier comportamiento de sus hijos, por inexplicable que sea. El maldito móvil por todas partes, seduciendo con sus cantos de sirena a un alumnado ya de por sí distraído.
Tenemos un problema que va más allá de las aulas. Un país que mejora su educación es un país que mejora su renta. La renta de las familias está condicionada por el nivel de educación. No lo digo yo, lo dice el Banco de Españapara el país. Que la educación no sea un asunto de Estado que ocupe horas y horas de debate mediático dice mucho de quiénes somos y qué nos mueve. Porque tenemos un problema. Y gordo.
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