Caleidoscopio
Vicente Quiroga
Más reinas
Los afanes
EN la mayoría de las ocasiones lo que un ser humano piense importa bien poco al resto. Incluso si se trata de alguien importante, un personaje público al que escuchamos y admiramos con pasión. Cuando acaba su discurso nos quedamos con su rostro, con sus expresiones, con la forma de hablar, los gestos. Pero el contenido lo hemos olvidado en buena parte.
Ocurre exactamente igual si quienes hablan son más de uno. Un grupo puede ser capaz de movilizar, pero nunca de convencer. Seguimos porque tenemos esa necesidad de comunicación, de hablar o escuchar, de ser oídos, de seguir haciendo algo a contracorriente, que se aleje de las disciplinas obligadas. Y todo aquello que es contra a nosotros nos resulta atractivo, aunque poco convincente.
El término democracia ha cambiado mucho a lo largo de la historia, y lo ha hecho sin que sepamos realmente cuál es su significado más acertado en un contexto histórico concreto, como en el que ahora nos encontramos. La democracia ateniense era un sistema poco democrático, la representación estaba limitada a unos pocos y algunos la han tachado de elitista, incluso de corrupta o ineficaz forma de gobierno. Pero es lo que tenemos y en ella debemos fundamentar nuestro compromiso.
Nuestra democracia debe ser el arte de la vida. Y el gobierno debe ser servicio, nunca autoridad, o tal vez la autoridad que vele por el cumplimiento de ese servicio. Con este propósito nació el 15-M, hacer representativo aquello que no estaba representado, atacar la corrupción y ser la voz del pueblo para el pueblo con el pueblo. Pero el 15-M se manipuló, y aquello que olía a arte de la vida acabó apestando a tiranía. Pablo Iglesias es el mal que posee Podemos, porque sus fundamentos se alejan de dos premisas fundamentales: felicidad y libertad. Sin Pablo Iglesias Podemos sería un partido de izquierdas.
Y los seguidores y simpatizantes de Podemos siguen aplaudiendo sin saber qué aplauden realmente, siguen ilusionándose sin saber cuál es la verdadera ilusión. Pedro Sánchez es el nexo de unión que acerca la democracia a la tiranía. Y tanto Pablo Iglesias como Pedro Sánchez deberían afiliarse a un mismo partido, a un único partido.
Cuando escuchamos al interlocutor debemos comprender, sin que quede ninguna duda, qué dicen y qué pretenden. Todos seríamos más felices. Y si no lo creen lean el poema de Walt Whitman titulado Para ti, ¡oh democracia!.
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