
La firma
Antonio Fernández Jurado
“Y tú, más”
El pasado lunes nuestro país y Portugal sufrieron un apagón que en mi barrio duró doce horas. Se fue la luz y con ella los móviles, internet, los semáforos, los ascensores, las tarjetas de crédito, los trenes, las cajas registradoras, la vida en general. Nuevamente, al igual que en la pandemia, asistimos al espectáculo de nuestra propia fragilidad. El apagón demostró que los que decimos que la electricidad es un servicio básico que debe ser público tenemos razón.
Nuestra red de alta tensión tiene más de 34.500 km de líneas y 400 estaciones, pero un solo corazón. El Centro de Control Eléctrico de la Red Eléctrica de España conecta a las centrales (nucleares, hidroeléctricas, renovables, etc.) con los centros de distribución que llevan la energía a los hogares, empresas e industrias españolas. Después las redes de media y baja tensión se las reparten unos pocos jugadores: Iberdrola, Endesa, Naturgy y EDP. Es un sistema fuertemente centralizado. El apagón del lunes fue la mejor demostración.
Cuando se sufre un fallo como el del lunes que afecta al suministro, la centralización puede paralizar regiones enteras, países enteros. Podría haber sido peor. Los hospitales han seguido funcionando. Las operaciones de urgencia se han podido realizar. La luz se ha restablecido sin grandes catástrofes, un milagro. Pero también podría haber sido mejor.
Como escribió ayer Marta Peirano: “...Podríamos haber tenido un sistema más modular, capaz de apoyarse en redes locales(...) podríamos haber tenido una cantidad suficiente de cooperativas energéticas de vecinos, empresas o instituciones que producen y comparten su propia energía a partir de paneles solares, pequeñas turbinas eólicas o sistemas de cogeneración. Por ejemplo, suficientes redes eléctricas comunitarias con placas solares en los tejados de los edificios públicos y privados capaces de garantizar un suministro mínimo durante unas horas(...) No es un problema técnico. Existen suficientes tecnologías comerciales diseñadas para construir una red eléctrica vecinal, cooperativa capaz de generar, almacenar y gestionar energía. (...) Seríamos menos vulnerables (...) Nos sentiríamos menos desvalidos y seríamos mejores vecinos. Pocas cosas unen más que dejar de ser un problema y descubrir que podemos ser una fuente de autosuficiencia, autonomía y competencia frente a los intereses del capital”.
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