Estamos en la antesala de un momento trascendente para el futuro político de España. Y es así porque lo deberían ser unas elecciones autonómicas, importantes sí, se han convertido en un evento plebiscitario con impacto sobre las perspectivas futuras a nivel estatal.

Y hablamos de plebiscito por el desarrollo de los acontecimientos tras la sorprendente convocatoria electoral, consecuencia de una actitud defensiva ante la alta sospecha de moción de censura. Tras ello, desde Ferraz vs Moncloa, se entra en la dinámica electoral con una agresividad argumental y dialéctica impropia, con decisiones poco evaluadas en su alcance, tal cual es, el mantenimiento de un candidato que no parece quiera serlo pero que tampoco lo quiere el Partido, aunque las circunstancias lo imponen y aparecen los vaivenes de campaña, las contradicciones… que llevan a cambios constantes de rumbo solapamiento del candidato por la presencia del Presidente, mientras los resultados demoscópicos van rebajando expectativas y el candidato Iglesias, con la tolerancia socialista, tensiona hasta límites insospechados su argumentario electoral, la escenificación a un tiempo agresiva y victimista de su presencia pública y mediática que encuentra respuesta sin complejos en los representantes de la derecha y desde el centro - derecha mantiene la contundencia dialéctica, sin entrar en las provocaciones planteadas sibilinamente y, sobre todo, sin cometer errores de bulto. Simultáneamente, el candidato socialista - sucedáneo de un hipotético Besteiro - se va diluyendo, los afiliados de Errejón, los siguen aunque de cerca y el señor Iglesias, instalado en la pretendida superioridad, que se autoconcede, sigue sin darse cuenta que la legitimidad la otorgan las urnas - soberanía popular libremente ejercida - y apoyado por su dócil "Gabisteiro", tratan de explotar al máximo, pero parece que erróneamente esta vez, el conocido: "…nos conviene que haya tensión…" del ínclito Zapatero.

Item más, se siembra el argumentario postelectoral: la ultraderecha, según ellos, es incompatible con la democracia y cualquier pacto o apoyo a otros, convierte en ilegítimo el resultado electoral y al gobierno que pudiera derivarse. Sin embargo, pactar con Bildu e independentistas, sí legitima y no cuestiona el voto libre ejercido.

En definitiva. Ni fascismo ni comunismo. "Unos" no se reconocen como tales, los "otros" blasonan de ello, pero no explican por qué los "unos" son totalitarios y los "otros" no, así como el saber por qué el acceso de los "otros" a una coalición de Gobierno es democrática y la de los "unos" no, si el mecanismo de acceso es el mismo: el voto libremente ejercido. Sin artimañas ni circunstancias extra electorales que desvirtúen su acceso al mismo.

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