Juanma G. Anes
Tú, yo, Caín y Abel
Los afanes
Algunos de los mejores recuerdos que posee el ser humano se asocian a los años de estudiante universitario. En mi caso son muchas las vivencias que vienen a la memoria. De todo tipo, pero siempre gratas, reconfortantes, aleccionadoras. Ahora rememoro esos años en los que los profesores eran docentes de verdad, enamorados de su profesión, enseñaban, sentías el calor de sus lecciones con la pasión con la que lees un libro que admiras. Eran profesionales de la docencia, maestros de la enseñanza, genios de la cultura.
Pero en este país la Aneca (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación) se empeñó hace años en adoctrinar a los profesores y convertirlos en burros, en máquinas sin docencia; ahora a los profesores universitarios solo les interesa acreditarse en la Aneca para hacer carrera. Ya se entiende, carrera universitaria, carrera literaria, carrera de publicaciones sin sentido y sin el más mínimo interés. Es el mundo académico erróneo.
La universidad española murió con la Aneca, cuando este organismo comenzó a dictar las reglas que se debían seguir, cuando los profesores tuvieron que pasar por ella y por sus exigencias sin ningún fin docente, tan solo el currículum personal y, eso sí, acreditado. La carrera universitaria se ha convertido en publicar, en rellenar casilleros de formularios, y todo se ha vuelto muy formal y atrofiado. Les pongo un ejemplo, hay alumnos de la universidad española que por sus lecturas saben mucho más que sus profesores. Se están limando inteligencias, se está eliminando la formación del docente, se están creando máquinas acreditadas inviables en un mundo donde cada día es más necesaria la exigencia y la formación de calidad.
La Aneca recuerda a la época feudal. Ella marca las reglas y quien se salga de ella y no consiga las acreditaciones precisas, poca carrera podrá realizar en su vida. El mundo académico español agoniza. Pero además de la Aneca, los profesores universitarios consienten y agachan la cabeza. Los perjudicados siempre son los estudiantes, la sociedad en general, que se encuentran hundidos en una eterna miseria y sin ningún nivel. Y no se le ocurra abrir el pico, que el feudalismo de la Aneca le borra de un plumazo todas las acreditaciones de su casillero.
Si usted desea aprender en estos tiempos, tome libros buenos, libros literarios, nada de la basura que recomiendan los suplementos literarios, elija los clásicos. Y lea. Aprenderá más que en todos los años de carrera.
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