Topar a los tontos

Lo peor sin duda es que a veces, demasiado a menudo, llegan a los gobiernos y dirigen el destino de países enteros

14 de septiembre 2022 - 01:30

Las cosas hay que empezarlas por el principio, porque hacer lo contrario es cosa de tontos. De eso va esto hoy: de tontos y de lo que hacen, o sea, de tontos y tonterías, y el principio, en este caso como en otros tantos (¡ay, si lo consultáramos más!), está en el diccionario: "Falto o escaso de entendimiento o razón", asegura la RAE, que además abre la puerta a otras definiciones, como por ejemplo cuando algo es tonto porque lo dice un tonto, cuando es tonto por absurdo e ilógico o cuando alguien es tonto por pesado, por coñazo. De estos últimos hay muchos.

De que hay más tontos que flores te vas dando cuenta a lo largo de los años. La toma de conciencia es progresiva, como un proceso vital más: lo mismo que a medida que creces va saliéndote cada vez más pelo en los sitios más inhóspitos, y menos en donde siempre, o que naces terso y suave y acabas más arrugao que el sobaco de un elefante, de pequeño todo el mundo te parece muy listo, miras a los mayores con devoción, como a sabios, y poco a poco van pareciéndote más tontos: primero es un amigo, luego te percatas con los vecinos del primero, después con un maestro que antes te parecía una eminencia… Cada vez salen más, hasta que llega el golpe de gracia, por si aún conservabas la fe, y te meten en un grupo de Whatsapp de padres del cole, que ese sí que destapa definitivamente la verdad sobre el mundo: hay tontos por todas partes.

Tontos que atienden tu llamada cuando vas a quejarte, que te miran impávidos tras las ventanillas de la administración pública o la del banco o los que vienen a instalarte la lavadora. Hay tontos en la caja del súper, en la cola del cine, en la empresa de mensajería, en la pescadería, en Twitter, en la farmacia, en el bar, en el centro de salud, en el equipo de fútbol de la niña… "Están por todos lados", como decía Bukowski (aunque se refería a otros), y además votan. Aunque lo peor ni siquiera es eso, sino que a veces, demasiado a menudo, llegan a los gobiernos y dirigen países enteros. Mandan, proponen y hasta ponen en marcha leyes y cosas raras como, qué sé yo... decirle al hombre de la tienda de la esquina a cuánto tiene que vender el kilo de calabacín y la docena de huevos. Por hacer, son capaces hasta de inventarse acepciones para topar, que mira que tiene unas cuantas, oigan, pero ninguna se refiere a poner un límite al gas, a la cesta de la compra ni a nada. Puestos a poner límites, vamos a topar a los tontos, sobre todo cuando pueden acabar conduciendo el de por sí inhóspito destino de millones de personas. Que algo mejor que esto, digo yo, nos merecemos. Por muy tontos que seamos.

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