Políticamente incorrecto

Francisco / Revuelta

Saber elegir

04 de octubre 2013 - 01:00

EN cierto modo, el filósofo Max Weber encontró una salida a dos posturas éticas en su conferencia a estudiantes de Múnich sobre la política como profesión, cuyo contenido reelaboró y amplió considerablemente para su publicación. Por un lado, estaban los kantianos, para quienes siempre había que actuar según lo que considerara éticamente correcto, al margen de las consecuencias, y, por otro, los utilitaristas, con Bentham a la cabeza, que situaban la decisión al contrario, en base a las últimas. Ante estos extremos, la propuesta de Weber es de una gran ayuda para la resolución de muchos dilemas en la vida privada, laboral o pública, aunque la planteara para el ámbito de la actividad política en exclusiva. Propuso que el político debía proceder teniendo en cuenta dos ejes: el de la ética de las convicciones (o de principios absolutos) y el de la ética de la responsabilidad. Ambas son necesarias en la toma de decisiones y comportamientos.

En estos días se asiste a acontecimientos en los que sus protagonistas deberían haber sabido o saber elegir entre una u otra. Tenemos los casos de la crisis presupuestaria en EEUU, que ha cerrado una gran parte de la administración federal y amenaza con una suspensión de pagos, por la decisión de los republicanos de bloquear la reforma sanitaria de Obama, algo que ya ha empezado a funcionar. Asimismo, la deplorable intención de Berlusconi -desbaratada, precisamente, por su delfín, Angelino Alfaro- de acabar con el Gobierno italiano por razones estrictamente personales. Y, otro asunto más, en curso como el primero: la salida de IU criticando duramente los Presupuestos para 2014 de la Junta de Andalucía, anunciados por la consejera de Hacienda y Administración Pública, María Jesús Montero, siendo socios del Ejecutivo.

Parece estar claro que lo que viene ocurriendo en Estados Unidos se encuadra en una radicalidad de las convicciones y en una total ausencia de la responsabilidad. Ojalá eso nunca nos suceda; sin embargo, la continuidad de la situación tiene el efecto perverso de que nos afectará económicamente, como se dice popularmente, sin comerlo ni beberlo. Lo de Berlusconi es diáfano, su convicción inmovilista es su yo todopoderoso, que esta vez ha salido herido. Con él no caben otras perspectivas. Por último, IU quiere jugar a imponer sus supuestos axiomas. Ahora tienen la oportunidad, para hacerse creíbles como alternativa de gobierno, de que no sólo tiene convicciones sino a la vez ética de la responsabilidad.

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