Caben pocas dudas de que vivimos en una sociedad compleja, bipolar (todo tiene que ser o blanco o negro) y que, para colmo, pasamos por un periodo de gobiernos inestables que aumenta la confusión. En este contexto, hasta puede comprenderse que el personal esté cabreado y que lo manifieste reiterativamente…, pero llegar a empatizar con esas personas que no ponen reparos a insultar y agredir verbalmente a quienes no piensen o actúen como ellos, y no contentos con esa actitud, hacen gala de que "hablan claro" y de que "no tienen pelos en la lengua", parece una excéntrica cabriola difícilmente aceptable.

En búsqueda de una justificación para las poses de los afiliados al "yo no me callo", puede pensarse que tienen que pertenecer a esa generación del último cuarto del s. XX, cuando los maestros (preferentemente, las monjas) martilleaban al alumnado con aquello del "respeto a los mayores", seguido del "respeto a los padres", como si ahí terminase el respetar ¿Sería esa fijación la que impulsó a Alicia Rubio, diputada autonómica por Madrid, a afirmar con rotundidad que el "feminismo es cáncer", o que "coser un botón empodera a las mujeres"? ¿O simplemente ansiaba que se hablase de ella mientras insultaba a los enfermos y a las mujeres? ¿Qué llevó a Olona, diputada en el Congreso, a desobedecer a su presidenta reiteradamente, saltándose las normas, hasta conseguir que la expulsasen? Es evidente que estas dos diputadas, (ambas casualmente de Vox), respetarán mucho a sus padres y a sus mayores, pero ahí termina el duro ejercicio de respetar.

Han salido de sus caparazones, haciendo un mal uso de la democracia, una oleada de hablaclaros que, ayudados por los micrófonos y cámaras que les enfocan, alimentados por el subidón que da el salir en la tele o sustentados por columnas o páginas de opinión en las que puedan vomitar cualquier cosa, se han hecho profesionales en el insulto y la humillación hacia quienes no piensen como ellos. Lo peor de todo es que se sienten líderes de una cohorte de seguidores que les aplauden e incluso ríen sus gracias.

El respeto se encuentra en peligro de extinción pero no se está protegiendo, se olvida que deberá seguir existiendo porque es la materia prima que alimenta a la convivencia y a la democracia. Quiero pensar que va más allá de ser una simple habilidad social. Quiero seguir usando esa palabra, aunque no esté de moda, porque respetar es la manera más explícita de comprender, aceptar y aprender de las diferencias entre las personas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios