Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Pablo y Pedro
VAYA por delante de esta verónica, la presencia del Rey en la entrega de premios universitarios y trofeos taurinos que anualmente concede la Real Maestranza de Caballería de Sevilla y que viene a mostrar la decisiva voluntad del Monarca sobre el litigio que abre la senda de la prohibición a las corridas de toros en todo el mapa de la Generalitat. El propio Juan Carlos expresa sin ambages "la esencia de un buen lance, de la que nace un mundo cultural y artístico, fecundo" refiriéndose a la grandeza la fiesta como seña de identidad española y tradición inmemorial, en todos los rincones de ésta vociferada piel de toro.
El mundo de la tauromaquia, de ser aprobada la iniciativa antitaurina, quedaría marginado, no sólo del ancestral rito en los cosos y plazas de Cataluña, sino que, una vez logrado el objetivo, instaría un reclamo en los textos de Educación para la Ciudadanía, con lo que adquiriría el derecho a suprimir una página de su legado y, al paso, borraría de un plumazo la fiesta nacional. Un par de banderillas negras en el morro de nuestra singularidad y un bajonazo al poble catalá que tantas tardes de gloria ha contemplado en la Monumental de Barcelona.
Seguro que las consejerías competentes en materia educativa, turística y cultural harán caer el peso de una nueva censura sobre todo libreto o manifestación que avale la huella del toreo en cada una de las suertes antañas, donde se han enfrentado, a muerte, la fiereza animal y el duende artístico, doblegando las astas con valentía maestra y sutil elegancia. Con ello desaparecerán del horizonte todas y cada una de las páginas, los lienzos y esculturas. Todos los signos que las bellas artes han grabado, esculpido, descrito, filmado o teatralizado, en representación de un modo de ser y sentir, tradicional y costumbrista, inspirador de los Guisando y Altamira en época pretérita o del genio que impregnan las letras del XVI, con el mismo Cervantes, manco y diestro, como cabeza alzada de otras generaciones que han bebido en el noventayocho -Marañón, Pérez de Ayala, Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez- y han seguido arbolando pinceles y vanguardias con Goya, Velázquez, Romero de Torres y con Picasso (teoría del Guernica). Con mármoles de Berrocal, Ávalos, Miranda, Benlliure, o versos que, en su rostro sangriento, nos citan "a las cinco en punto de la tarde" con el llanto de Lorca en la trágica ausencia de Sánchez Mejías, o nos hacen vivir a la sombra de Miguel Hernández -como el toro he nacido para el luto- y recrear- nos en el surco de Alberti, Bergamín, Dámaso, Altolaguirre, Guillén (mi corazón, cuyo peligro adoro / no es una mera frase cortesana / el hombre entero enfrenta siempre al toro / con peligro mortal. Así se afana) Villaespesa, Neruda, Hemingway, Montherlant o Asaiev. Los cinco continentes de la imaginación sobre el ruedo.
Si la sanción del Rey no fuera suficiente, cito a Ortega y Gasset: "La historia del toreo está ligada a la de España, tanto que, sin conocer la primera, resultaría imposible comprender la segunda". O bien, me llego a Savater, discípulo: "En el toreo, la muerte está presente como aliada, como cómplice de la vida. La muerte, hace de comparsa para que se afirme la vida". Hasta la bola.
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