Juanma G. Anes
Tú, yo, Caín y Abel
Los afanes
Endel abuso de las palabras, el filósofo John Locke deja claro que el primer fin del lenguaje es transmitir nuestras ideas, en segundo lugar, hacerlo con rapidez y en tercer lugar trasmitir el conocimiento de las cosas. Pero las palabras fallan en todos estos fines, pueden hacerlo. Y Locke nos deja en su obra remedios contra el abuso y las imperfecciones del lenguaje.
Se habla mucho del reciente Premio Nacional de Narrativa a Cristina Morales. Unos la califican de políticamente incorrecta y otros de lo contrario, es decir, políticamente correcta. Está claro que los críticos ante el galardón se han puesto su camisa de defensores de España para censurar tanto al premio como a la premiada.
No me considero partidista. Siempre he defendido que todos, absolutamente todos los políticos, sean del partido que sean, deberían estar entre rejas. Porque para ser político debes tener una dosis de cinismo que un ser humano normal no posee. Y deben estar entre rejas por robos, abusos, prepotencia, adoctrinamiento, y por lo más grave: no son nuestros representantes, se representan a sí mismos, luego con esto ya dejan de tener credibilidad y representatividad democrática.
En todo esto de Cristina Morales hay más política que literatura, hay más palabrería que narrativa, hay más mentira que verdad. Lo cierto es que el libro de Morales Lectura fácil tiene muchas imperfecciones del lenguaje según advierte el mismísimo John Locke. Tantos que no merece ni ese ni otro galardón. Pero hoy día los premios literarios sacan a la luz las miserias de la sociedad.
En España y en el año 2019 se han publicado buenas novelas, novelas dignas diría. Mucho mejor que esta Lectura fácil. Pero resulta que esta ha sido la vencedora. Política fuera, y centrándonos solo en el punto de vista literario, la novela tiene escaso valor, por más que el ministro de Cultura, el señor Guirao haya salido al paso indicando que él solo da el visto bueno al jurado, y no a la obra galardonada. El premio a Morales es un galardón político, un galardón progresista. De ese progresismo del que tanto se habla ahora y que está matando, literalmente, nuestra cultura y nuestra educación.
El progresismo nos encierra en una vertiginosa rueda sin salida, nos hace ignorantes e incultos. Cuando en realidad el progresismo debería ser progreso. Pero de esto tienen mucha culpa nuestros políticos, que ni son políticos ni progresistas. Como nos dice Hölderlin en un poema: "Considerar que el más alto sentido es la más noble vida".
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