viento foreño

Alfonso Aramburu /

Playas sin arena

30 de marzo 2011 - 01:00

DESDE 1967, fecha en que concluí la carrera, estoy estudiando y recogiendo datos de la dinámica litoral. Desde el Guadiana al Guadalquivir se produce un continuo y permanente traslado de arena debido al viento Foreño, el cual salta a diario entorno a las 13:00 y descansa a las 19:00. Son seis horas de un viento que, proveniente del mar, de fuera (de ahí su nombre), intenta ocupar el espacio que deja libre la térmica o aire ascendente que se produce por el calentamiento del banco litoral. Este aire continuo y permanente modela la costa y las ciudades que han nacido junto al litoral conformando una morfología repetitiva y superponible de las calles de Ayamonte, Isla Cristina, Punta Umbría y Huelva. Existe una permanente corriente de arena del Guadiana al Guadalquivir en donde se amontonan los excedentes, formando las llamadas dunas móviles.

Pero un día los portugueses y otro el Puerto de Huelva construyen diques de contención de esta corriente natural, rompiendo así el ciclo de huida y aportación. Dejando sólo la huida, pero reteniendo la aportación de arena que ahora queda retenida en el espigón. Sólo hay que darse una vuelta por éste dique para contemplar la inmensa playa formada por la arena que se dirigía a Mazagón y Matalascañas y que se ha quedado allí atrapada, rompiendo de esta forma la dinámica natural que durante siglos ha mantenido nuestras playas en buen estado. Los portugueses han impedido el traslado de su arena hacia Isla Canela y La Antilla, y el dique Juan Carlos I retiene la arena que se dirigía a las playas de levante. La solución de rellenar estas playas con arenas traídas en dragas y camiones es algo que no sirva absolutamente para nada. Al año siguiente esta arena se ha ido a la Punta del Malandar y a la desembocadura del Guadalquivir, aumentando el tamaño y número de las dunas móviles.

Ante este desbarajuste que han organizado estos diques de contención sólo hay una solución: situar un arrecife paralelo a la orilla, a unos quinientos metros de ésta, para romper la inercia de la ola del suroeste y que ésta llegue tranquila a la orilla. Solución que ya han puesto en práctica los EEUU y el Japón obteniendo tres resultados: mantener estable el frágil litoral, evitar que los arrastreros destruyan la ovulación del pescado y de los bivalvos, regenerando así la pesca de bajura, y, por último, contar con una zona de aguas tranquilas frente a las playas, ideal para cualquier deporte náutico. Esta es la única solución. Un arrecife, y mientras esto llega es necesario y urgente un espigón perpendicular a la orilla al final de Matalascañas para impedir que la arena se siga acumulando en el Parque a costa de arrebatar arena a Matalascañas, la cual desaparecerá en breve si no se toman urgentemente las medidas aquí indicadas.

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