Oro, incienso y mirra

Se necesita una alianza de los excluidos para romper el modelo de distribución capitalista de los bienes

Oro. Muchas casas amanecerán hoy abarrotadas de regalos. Han sido unas semanas intensas de compras, así que tocará pasarse el día y parte de la semana recibiendo y desempaquetando regalos. Y la semana que viene habrá que hacer cola para las previsibles devoluciones: es complicado regalar en la sociedad de la opulencia, donde se tiene casi de todo. Mucho más, en cualquier caso, de lo que es necesario para una vida digna y satisfactoria.

Incienso. En otras casas la mañana será distinta, los regalos más modestos, más prácticos. Y las semanas anteriores habrán sido menos estimulantes, más creativas, más dolorosas: es muy jodido ver una orgía de compras a tu alrededor cuando apenas se tiene dinero para pagar las facturas y comprar el pan. Sobrevivir no deja mucho margen para divertimentos consumistas.

Mirra. Y luego están esas otras casas, muchas también. No habrá nada bajo el árbol. Quizás no haya ni árbol. Tal vez ni luz ni butano. Con suerte habrá un desayuno modesto sobre la mesa. No habrá decepción tampoco: si no esperas nada es complicado que la decepción te alcance. En esos hogares hay niños y niñas, claro. Pero han crecido bajo el umbral de la pobreza. Un umbral que, aún sin saberlo, los ha condenado a amanecer un 6 de enero sin regalos ni luz eléctrica.

Ya está: oro, incienso y mirra. Es lo que hay. Bien ordenaditos cada cual en su caja. Nadie que haya amanecido hoy con los colores del oro querrá asomarse ni saber nada de esos otros hogares que huelen a mirra. No nos interesa saber nada de la exclusión, de la pobreza, de los hogares sin luz, sin ingresos, sin oportunidades. Porque disfrutar el oro exige obviar la mirra, incluso el incienso.

Oro, incienso y mirra. En este país. En el país vecino. Pero más allá, a nivel planetario. Porque no nos damos cuenta de que los excesos de unos son las carencias de otros. Porque sospechamos, pero no asumimos, que para que unos pocos podamos vivir en la abundancia otros llevan vidas miserables. Y ni siquiera estoy hablando de los que nadan en una insultante opulencia.

No pretendía ser aguafiestas. Pero supongo que lo estoy siendo. Si ha llegado hasta el final de este artículo supongo que puedo contar con su complicidad: se necesita una alianza de todos los excluidos del planeta con una ancha mayoría de los privilegiados, para romper el modelo de distribución capitalista de los bienes. Oro, incienso y mirra. Bien mezclados.

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