La ciudad y los días
Carlos Colón
Nacimientos y ayatolás laicistas
El Parque Moret bien podría ser la metáfora de la nueva legislatura que acaba de comenzar en el Ayuntamiento de Huelva. El Parque, como la propia ciudad, está ahí desde hace mucho tiempo, vestigio del pasado natural, de la arenisca de los cabezos, pinos y escorrentías, también del muro de los fusilados de la Guerra Civil. Un territorio que estuvo abandonado y ocupado durante mucho, donde la falta de cultura y educación acampaban a sus anchas, donde no había interés ni curiosidad por su cuidado. Luego la sociedad se movilizó y, organizada en Plataforma, reivindicó su arreglo, diseñando una serie de interesantes usos más allá de las barbacoas domingueras: zona de huertos, acampadas escolares, anfiteatro, lago, itinerarios cardiosaludables y su integración en el entorno. El parque como lo conocemos hoy empezó a tomar cuerpo y fue inaugurado, a medias, pero inaugurado a fin de cuentas, con sus barcas, su caseta de madera, sus señalizaciones y vegetación. También con la seguridad permanente de guardas jurados con perros pastores alemanes.
Desapareció la vigilancia y aparecieron los problemas. Resulta ingenuo o negligente que sin guardas uniformados el parque se mantuviera al margen de toda esa chusma que desprecia lo público. Todo lo valioso se protege, ¿acaso no hay vigilancia delante del Guernica o Las Meninas? La degradación empezó por el estúpido que quiso robar las barcas del lago (no sé con qué derecho), luego ardió la casa de madera, la señalización quedó rota, los paseantes de perros que rompen las rejas para entrar de noche, grafitis de medio pelo, profanadores de huertas, arrancadores de árboles, personajes que se creen que lo que ya no es de ellos no será de nadie (casa Duclós).
Hoy el parque está como Huelva; tiene la base, el proyecto, el deseo de que sea de todos y todas, pero adolece de suciedad, abandono y falta de atención. De nada sirve planificar la obra si no hay mantenimiento ni cuidados posteriores. Habría que escuchar las demandas, si están bien argumentadas, y potenciando las que llegan desde la sociedad civil organizada. Las campañas de concienciación del tipo Mi Huelva brilla están bien, pero hasta que no interioricemos que lo público es sagrado, no queda más remedio que afinar las ordenanzas, potenciando los trabajos en beneficio de la comunidad. Verde, social, integrada, periférica, responsable; los vientos de la nueva singladura.
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