Brindis al sol
Alberto González Troyano
Mejor por escrito
El presidente del Gobierno obtuvo por primera vez la confianza del Congreso apelando a una cuestión de salud pública frente a la corrupción. En su ejecutoria el presidente abrió también un surco electoral en la sociedad española, el del voto femenino, prometiendo un escrutinio cultural y jurídico implacable contra todo comportamiento masculino que en cualquier ámbito menosprecie, coaccione o agreda a las mujeres. Sabido es, igualmente, que la identidad del sanchismo se forja internamente en su negativa radical a cualquier tipo de compromiso con el centro derecha español. Sobre esa premisa construyó Pedro Sánchez su imprevisto liderazgo como secretario general del PSOE y, ya en el poder, mantener la alianza de su partido –ya sea a un alto precio– con todos los grupos políticos “aptos”, frente a la “fachoesfera”, por usar su propio epíteto, ha sido el eje, de clara inspiración populista, que ha determinado su discurso político. Podría pensarse, considerando las circunstancias actuales, que la corrupción y las miserias internas son los dos principales problemas para la viabilidad del socialismo español. Desde luego, la elasticidad del cinismo no es infinita y el Gobierno de España suspende ante la rigidez calvinista de su lenguaje. No obstante, no sólo lo corrupto y lo depravado, vicios ordinarios de la naturaleza humana y de las oligarquías políticas, nos transmiten la sensación de fin de ciclo, sino que es la propia fórmula de la gobernabilidad sobre la que se ha sustentado este Gobierno la que parece agotada. Las Cortes Generales tendrían que haber sido disueltas no por la corrupción sino porque el ejecutivo es incapaz de presentar unos presupuestos en toda la legislatura. A falta de una convocatoria electoral nacional, las próximas elecciones autonómicas van a ser muy expresivas de cuál es el futuro del PSOE en nuestro sistema de partidos. Todo parece indicar que allí donde hace bien poco era hegemónico, como Andalucía o Extremadura, o donde fue una opción de gobierno, como Aragón, el PSOE va a ver claramente mermado su espacio electoral. Es también probable que en estos territorios se plantee una cuestión que tarde o temprano afrontará el socialismo español a nivel nacional ¿Debe un PSOE perdedor favorecer con su abstención la investidura de candidatos del PP para que este no dependa de los votos de Vox? Sólo a la luz de esa respuesta podremos valorar en qué medida eso que se ha llamado sanchismo, y que no era incorruptible, es un legado perdurable en el socialismo español y en España.
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