Hay empresas que tienen departamentos de medioambiente. Los ayuntamientos poseen delegaciones de medioambiente. Las diputaciones también. Las comunidades autónomas disponen de consejerías de medioambiente. El Gobierno de la nación presume de Ministerio de Medioambiente. Todo el mundo habla de medioambiente. Y todo el mundo defiende el medioambiente. Pero resulta que la ONU alerta de una catástrofe medioambiental en 2050. Y si eso fuera poco la pasada semana conocimos, también a través de ese organismo, que en 2100 el nivel del mar podría crecer más de un metro y las temperaturas pueden subir entre 3 y 4 grados. Nuestro planeta tiembla. Y nosotros también. ¿O no?

Pero quien no parece que tiemblen son los delegados, consejeros, asesores, ministros y demás cobrasueldos de esas instituciones, o los de la ONU. Si hay tantas y tantas personas implicadas y vamos tan mal, vamos hacia una catástrofe, ¿no será que todos esos inútiles no lo están haciendo bien?

Ya en los tiempos remotos, en la antigua Grecia, Empédocles, Pitágoras, Platón, Porfirio o Jámblico, alertaban del trato tan negligente del ser humano al medioambiente y de la posibilidad de que en un futuro se pudiera producir su degradación. Incluso Teofrasto habla de cambio climático en la isla de Creta por la tala masiva de árboles. El mismo Teofrasto indicaba que en Cirene había un cupo todos los años para recoger la planta Silphium y así evitar que se extinguiera. Y el mundo continuó.

Greta Thunberg nació en 2003, es decir, tiene dieciséis años. Vamos, algún tipo de manipulación existe. No vayamos a pensar que ahora, de repente, nosotros somos tontos. Tienen que buscar culpables. Nos introducen en una espiral de culpabilidad manifiesta. ¿Sabía usted que los 5 ríos que más plástico vierten a los océanos están en África y Asia? Los países desarrollados emitimos menos degradación medioambiental que los países subdesarrollados. Pero nosotros tenemos que pagar el plato roto siempre.

El medioambiente genera sillones, poltronas. ¿Cuántos medioambientales viven del cuento? ¿A cuántos les importa realmente algo lo que está ocurriendo en el planeta? ¿A los de la ONU? ¿Sabe usted lo que cuesta organizar una cumbre del clima? ¿No les resulta extraño todo esto? Más que extraño diría, nos resulta disparatado. El medioambiente es un negocio. Un negocio que mueve miles de millones. Un negocio del que viven del cuento miles de personas. Y nosotros somos los malos. Nosotros otra vez. ¿No será que los malos son ellos y vuelven a culparnos por intereses?

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