Juanma G. Anes
Tú, yo, Caín y Abel
Los afanes
Escribía Antón Chéjov: "En la naturaleza, una repugnante oruga se transforma en una mariposa encantadora; en cambio, entre los hombres ocurre lo contrario: una encantadora mariposa se transforma en una oruga repugnante". Y añadiría que esas encantadoras mariposas, encantadores y embaucadores, son nuestros políticos. Los políticos son mucho más letales que la enfermedad. Llama la atención como los medios han eliminado de sus informaciones a las colas del hambre, que son la otra pandemia. Un virus tan dañino como el que nos afecta. Y en cambio esos medios dedican páginas y páginas a meternos miedo, a determinar la raíz cuadrada del efecto que provoca la tos en una habitación (da igual que esté abierta o cerrada), a analizar con gráficos la curva de la goma de la mascarilla para determinar si está bien puesta o mal puesta, nos indican que todo lo hacemos mal, actuemos como actuemos.
Y mientras tanto siguen creciendo las colas del hambre. Las personas que no tienen para comer (no ya para pagar) van aumentando en el silencio de la desesperación. Y si alguno se queja lo tachan de negacionista. Si alguno alza la voz para criticar que los políticos se suban el sueldo o para rechazar los múltiples contratos a dedo que nuestros representantes fabrican para sus familiares y sus amigos, pues eso, los siguen llamando negacionistas.
Qué sabio era Cervantes, en El Quijote leemos: "Ahora digo -replicó Sancho- que tienes algún familiar en ese cuerpo. ¡Válate Dios, la mujer, y qué de cosas has ensartado unas en otras, sin tener pies ni cabeza! ¿Qué tiene que ver el cascajo, los broches, los refranes y el entono con lo que yo digo? ... Por el refrán que dice: ¡Quien te cubre, te descubre!".
Y los políticos piensan que estamos a su merced, que son nuestros familiares mayores, que nos tragamos todas sus mentiras, que aceptamos todos sus actos, que asumimos sus decisiones, en definitiva, que asentamos, que creemos, que nos conformamos. Y no, ni mucho menos, hay que alzar la voz con educación y con respeto, siempre sin violencia, pero alzar la voz, y si es preciso gritar para poner a cada uno en su sitio, donde se merece.
No podemos olvidar que mentir es contar la verdad erróneamente, o contarla de acuerdo con los intereses de algunos. Y eso nos pasa, en este punto estamos, en un momento crucial donde la verdad ha dado paso al engaño, al sometimiento, a la ausencia de libertad. Y usted no olvide que el diablo nunca duerme, los políticos tampoco.
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