tiempo de academia

Sixto Romero Sáchez

Hipocresía en la sociedad actual

30 de marzo 2019 - 01:34

Siempre hablamos en el entorno familiar y/o social y/o académico, pasando por el político, que simulación, apariencia, engaño, fariseísmo o hipocresía son considerados como conductas o procederes indeseables.

Desde hace tiempo, y más en el momento procesal actual que estamos viviendo en el siglo XXI en este mundo complejo de vicisitudes diversas e incomprensibles con el impresentable Donald Trump y su muro, Vladimir Putin y su belicosidad permanente, guerras civiles en Siria, Irak, Yemen, … refugiados del África Subsahariana y Oriente Medio, la persistente crisis política en Haití,… y en España, por citar algunos casos, evidentemente no comparables con los anteriores, el problema de Cataluña y el intolerable soniquete del incumplimiento de las leyes por parte de Torra, el problema andaluz del SAS y los ERE, la operación Púnica,... en Huelva la falta de infraestructuras, y después de la reciente manifestación de una provincia con la repetitiva respuesta de casi dos horas de retraso del tren Alvia, y así sucesivamente..., vengo insistiendo en la necesidad ciudadana de desenmascarar a todas aquellas instituciones incumplidoras, con sus representantes a la cabeza, que impunemente hacen gala de comportamientos hipócritas. Nadie lo ostenta de manera orgullosa porque parece que se oculta como un secreto vergonzoso. Aquellos que son desenmascarados como hipócritas, patinan en un instante en el terreno de la inferioridad moral.

Como afirma el investigador L. Noriega: "...se convierten en bichitos cuya antipática naturaleza está corrompida por su penuria de honestidad y autenticidad…".

No pretendo en absoluto hacer un elogio a la hipocresía, Dios me libre, tal vez crean nuestros representantes (excluyo a las excepciones que desgraciadamente no son muchas) que son necesarios estos comportamientos de dobleces y fariseísmo, pero ¿Es posible percatarse de la importante función que ejerce en el conjunto de la sociedad como "fuerza civilizadora" de la conducta humana? ¿Disimular "el comportamiento hipócrita" contribuye de manera determinante a la consolidación de formas sociales más moderadas, alejadas de los impulsos y la espontaneidad?

Es repugnante pero parece, y a las pruebas nos podemos remitir, que ¿la convivencia social precisa de la hipocresía debido a la fragilidad y apatía de la tenacidad humana, que nos impide desenvolvernos con una conducta perfectamente ecuánime, racional y justa? Los casos citados ut-supra y los infinitos que podemos adiar hacen que nos habituemos a convivir con un alto grado de hipocresía, no solo de nuestros gobernantes, sino de nosotros mismos, no solo debemos centrarnos en la mal denominada clase política, también en el conjunto de la sociedad.

Nuevos proyectos, nuevas promesas casi siempre incumplidas hacen aflorar e incluso fluir caprichos y tropelías a través de la cortesía, prudencia y discreción, que nos permiten construir y mantener vínculos sociales entre los individuos. En no pocas ocasiones dichas uniones son fingidas, pero no por ello menos integradoras. Finalmente, el conjunto de la sociedad no exige la amistad y hermandad entre sus miembros, precisa más bien del compromiso de éstos con ciertas formas y convenciones que suavicen la innata rudeza y oscuridad del individuo. De manera acertada, el escritor, aristócrata, militar y filósofo francés, conocido sobre todo por sus máximas, Francisco VI duque de La Rochefoucauld, como la mayor parte de sus contemporáneos, consideraba la política como un juego de ajedrez denunciando todas las apariencias de virtud, afirmaba: "La hipocresía es el homenaje que el vicio le rinde a la virtud".

¿No parece que el comportamiento humano hipócrita favorece el conductismo de los beneficios que a modo de fuerza civilizadora va más allá de las reuniones de bares entre amiguetes y colegas del trabajo?

¿Es la hipocresía una pieza insustituible en la dinámica política de las democracias modernas? Parece que sí es irremplazable porque los tiempos políticos actuales están marcando esta actitud. Ante la insinuación de la publicidad de sus actos, los actores políticos tienen que fingir, mitigar, atemperar y lenificar sus intereses personales y egoístas.

El derecho a saber lo que hacen nuestros representantes no busca curarlos de su ambición y deshonestidad, sino constreñirlos: expresar hipócritamente los intereses reglamenta de manera inevitable el comportamiento.

¿No es una música que nos viene sonando en la sociedad española desde hace años? El que esté libre que tire la primera piedra. Todos somos cómplices, políticos, medios de comunicación, instituciones públicas y privadas, la sociedad en general, … salvo honrosas excepciones, del atropello hipócrita hacia determinadas capas sociales, las más desfavorecidas, mirando para otro lado y por ello, me pregunto: ¿no deberíamos hacer un examen de conciencia sobre el comportamiento humano realizado en nuestro quehacer diario y decir: ¡Basta, hasta aquí hemos llegado!?

¡Juzgue el lector cómo podemos medir ¿el porcentaje de hipocresía admisible? y que todos utilizamos en nuestra conducta diaria!

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