Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Gracias, Asís

He vuelto a escribir del Athletic, como cuando empecé hace más tiempo del que quiero recordar

No se cómo terminará la aventura copera de este año. Ojalá como espero, aunque no quiero ni escribirlo. Hace unos días recibí un recao de Asís Martín, un compañero de Radio Popular hoy en El Desmarque Bizkaia, donde uno empezó con mayores torpezas que las que me gustaría, esta aventura que todavía hoy continúa. Me invitó a escribir unas líneas en las que expusiera mi vida como seguidor de mi Athletic desde el sur, tan lejos de casa y tan cerca de ella. Veintitantos años después (lo siento amigo, pero estamos ya pasa sopas) me vino encima todo aquello, aunque más contento que un chaval el día de partido. Volví a recordar todo lo que esa gente se empeñó en enseñarme y que intenté aprender; me recordó todo aquello que pude haber hecho y que, seguramente por torpeza, no llegué y esas cosas que uno se llevará siempre con él.

Recordé a nuestro Jose Iragorri, a quien vi por última vez en la final de Copa del Calderón, con esa sonrisota que contagiaba y a quien intenté (lo logré por la más que apreciable diferencia de altura) dar un abrazo. A Koldo, a Fede que se empeñaron en sacar de mí algo de provecho.

Me pidió escribir algo del Athletic y aunque es algo que tengo que estudiar, no crean que me resultó tan fácil. Son tantos los años vividos en él, que forma parte de mi vida. En el artículo que les envié (gracias a todos los que le echaron un vistazo) les hablé de ese día en el que mi hermano y yo le pedimos a aita, como regalo de Olentzero, que nos pusiera las diez mil pesetas que nos costaba hacernos socios y que no teníamos. Fuimos a la peña Eduardo Estibariz de Usansolo y concertamos una cita en el Palacio de Ibaigane. Frente a un plano del campo, elegimos nuestros asientos. Entonces era así. Recuerdo ese día como si fuera ayer. Hoy, cada vez que entro a San Mamés, miro al cielo y me acuerdo de mi aita.

Todo lo que pasa ahí, le tiene como responsable a él. Nada tendría sentido sin sus ánimos; sin su ayuda, sin sus "estáis locos" cada vez que nos veía saliendo para San Mamés con las camisetas en un día que caían chuzos de punta como sólo en Bilbao sabe hacerlo; con ese "qué malos son" cuando regresábamos empapados y con ganas de asesinarlo; con esa sonrisa socarrona cuando ganábamos a uno de los grandes y mi hermano y yo nos arrodillábamos nada más entrar con los brazos en alto. Todo eso me lo recordó Asís y lo único que espero es que la vida nos vuelva a juntar, a echar otras risas y sobre todo, a volver a gritar Aupa Athletic.

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