Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Sevilla, su Magna y el ‘after’
El fin de semana pasado me puse mi camiseta de rayas azules y blancas y me dirigí, como es ritual quincenal, al estadio Colombino. El Recreativo jugaba contra el Mar Menor. No sabía nada del club murciano, pero conozco bien al Recreativo. Cuando llegué a Huelva procedente de Irlanda, oí hablar del equipo de fútbol más antiguo de España y, junto con algunos amigos, decidí que debíamos hacernos socios. Incluso me compré una camiseta del Recre que me hizo ganar algunos puntos con mis alumnos en el colegio donde doy clases de conversación de Inglés. Cada dos fines de semana cogemos nuestros abonos y entramos en la tribuna para otro partido.
La tarde soleada del domingo atrajo a muchos aficionados, creando un ambiente eléctrico. Al término de los 90 minutos, un caudal de aficionados albiazules fluía al exterior del estadio. Nos marchamos contentos con el 1-0 del Decano, obra de un tempranero gol de Pablo Caballero, y nos fuimos a casa satisfechos, confiados en que esta semana volveremos a disfrutar con el éxito del Recreativo.
Al día siguiente, el panorama era distinto para nosotros. El lunes por la noche esperábamos ante el ordenador a que se cargara el stream del partido de clasificación para la Eurocopa. Era el Irlanda-Francia y, aunque las probabilidades parecían estar en contra de Irlanda frente al equipo de Deschamps, finalista del Mundial, teníamos esperanzas.
Irlanda tenía de su lado al público como equipo local, empujado entre vítores y aplausos. Comenzó el partido y se oyeron los cánticos de apoyo de los aficionados vestidos de verde por todo el Aviva Stadium, que había agotado las entradas. A diferencia del día anterior, no hubo gol ni a los 5 minutos ni a los 45 minutos. Inspiradoramente, Irlanda superó la primera parte indemne. ¿Podría aprovechar su siguiente oportunidad para marcar un gol y vencer a les bleus? Lamentablemente, la ocasión de gloria no fue para Irlanda, sino para Francia. Un pase erróneo en el minuto 50 permitió al francés Pavard marcar a Irlanda, que aunque volvió a mostrarse fuerte, no pudo sacar ningún provecho.
En Irlanda, los aficionados disgustados no silban sino que hacen el clásico sonido de "boooooo" ante una mala decisión del árbitro o una falta fea. Al contrario que en el Colombino, no se oía el sonido de las pipas al crujir. Las cáscaras que llenan el suelo del Colombino en cada partido no se veían por ninguna parte en el Aviva.
Al final del partido, de nuevo con un 1-0 en el marcador, nos quedamos con las sensaciones opuestas a las del día anterior. Pensé en que, por muy diferente que hubiera sido el resultado para cada uno de los equipos a los que apoyaba, la diferencia en la cultura futbolística era aún más marcada. Me recordaron las diferencias de nuestros países, pero a pesar de ello, es común el amor que comparten por el fútbol.
Last weekend I donned my blue and white striped jersey and made my way, as is the fortnightly ritual, to the Colombino Stadium. Recreativo played Mar Menor. I knew nothing of the club from Murcia but Recreativo was a team I had come to know well. On first moving to Huelva from Ireland I heard of Spain’s oldest football team and, along with some friends, decided we should become members. Every second weekend we pull out our season tickets and enter the stands, crossing our fingers for Recre, and, so far, they have not disappointed.
On Sunday, the hot and sunny evening brought out many fans, creating an electric atmosphere during the match. After 90 minutes, a stream of blue and white flooded out of the stadium. We left pleased with a 1-0 win for Decano, the work of an early goal by Pablo Caballero, and went home satisfied and quietly confident that in a couple of week’s time we would again enjoy Recreativo’s success.
The following day painted an all too different scene. Sitting at home, laptop in front of us on Monday night, we waited for the stream of the UEFA European Championship Qualifiers. It was Ireland v France and, although the odds seemed stacked against Ireland in the face of Deschamps’ world-cup-final-reaching team, we had hope. The crowd was on Ireland’s side as the home team came out to cheers and applause. The game began and chants of support could be heard from the fans cladded in green throughout the sold out Aviva Stadium.
Unlike the day before, there was no goal at 5 minutes, or 45 minutes. Inspiringly, Ireland had made it through the first half unscathed. Could they capitalise on their next opportunity to score a goal and beat les bleus? Sadly, the chance for glory was not Ireland’s, but France’s. A misplaced pass at 50 minutes saw the French Pavard score and Ireland, though returning strong, could not make any gains. In Ireland, displeased fans don’t whistle but make the classic English-speaking sound of “boooooo” at a ref’s bad decision or a nasty foul. Unlike the previous day, there was no sound of pipa’s being crunched. The shells littering the floors of the Colombino nowhere to be seen in the Aviva.
At full time, again facing a 1-0 on the scoreboard, we were left with the opposite feelings to the previous day. I was struck by the fact that, as different as the result had been for each team I supported, the difference in football culture was even starker. I was reminded of the differences between the two countries, but despite that, of their shared love of football.
También te puede interesar
Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Sevilla, su Magna y el ‘after’
Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Liderazgos
Caleidoscopio
Vicente Quiroga
Monsergas
Envío
Rafael Sánchez Saus
Felicitación homérica
Lo último