Desconozco si en estos tiempos extraños es conveniente leer la Ilíada de Homero o dejarla para momentos mejores, menos convulsos. En el libro Aquiles dice: "¿Por qué, cabeza querida, vienes a encargarme estas cosas? Te obedeceré y lo cumpliré todo como lo mandas. Pero acércate y abracémonos, aunque sea por breves instantes, para saciarnos de triste llanto". Pero difícilmente podremos abrazarnos, ni siquiera durante ese instante fugaz, antes de que el alma se disipe y se convierta en humo, y penetre por la tierra. Tiempos extraños. Extraña Navidad.

El bullicio de las personas ha desaparecido. Ahora a las seis han cerrado las tiendas, los bares, esos lugares de culto y de economía. Se ha creado una teoría de la destrucción y tenemos a muchos dioses gobernando, creyéndose Dios. Es terrorífica la forma de expresión, los gestos, los enfados, volvemos a ser culpables de algo que nos ha venido impuesto. Por encima de todos y de todo debemos estar nosotros, muy a pesar de lo que digan, de lo que indiquen, de lo que mientan. Es transparente.

Estos días hacen que pensemos, que recordemos, que miremos arriba pero que también miremos abajo. Y descubrimos que como es arriba es abajo, y como es abajo es arriba. Pero claro, tal vez nuestros gobernantes no puedan entender esto, ellos se creen siempre arriba, y es un error, lo más pequeño suele ser lo más grande. Nosotros debemos estar para recordar estas cosas, para manifestar nuestro rechazo o desacuerdo. Debemos controlar nuestros miedos para evitar el miedo. Debemos controlar nuestra mente para llegar a ser mente. Porque no sé si lo ha pensado, pero nosotros somos mente, somos cosmos, somos orden.

Con el paso de los años he perdido el respeto completo a los políticos, es algo que no se puede evitar. Y junto al respeto también figura la desconfianza. Dante nos enseña mucho en la Divina Comedia, concretamente en el "Infierno". Sus cantos VII y XXX son apoteósicos, realmente magistrales. En el Canto VII nos dice Dante: "El buen Maestro dijo: Hijo ahora mira / las almas de aquellos a quienes venció la ira: / y quiero que por cierto creas, / que bajo el agua hay gente que suspira". En el Canto XXX leemos: "Gritó: ¡Tendamos redes, y atrapemos / a la leona al pasar y a los leoncitos!; / y luego con sus garras despiadadas / agarró al que Learco se llamaba, / le volteó y le dio contra una piedra; / y ella se ahogó cargada con el otro".

A nuestros gobernantes bien sería que entre todos les diésemos la extremaunción. Sin más. Ya no merecen otra cosa.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios