Exilio en la calle principal

Me pregunto qué música acompañará dentro de medio siglo al recuerdo de la salida de Ferrovial

Ferrovial no es la primera empresa que huye a otros lugares en busca de un mejor rendimiento fiscal para sus ganancias. El 12 de mayo se cumplirán 51 años de la publicación por parte de losRolling Stonesdel disco que probablemente mejor ha descrito la caótica esencia del rock como banda sonora del siglo XX. Se tituló Exile on Main Street. El grupo que clamaba a todo el que los quería escuchar, que no estaban satisfechos, y pese a que su aspecto y comportamiento distaba mucho de ser el del tipo de novio que toda madre deseaba para sus hijas; era también una empresa muy rentable dirigida con mano firme por dos alborotadores con tanta cabeza para los negocios como para la música. Fue el príncipe Rupert Lowenstein, miembro de la familia Rothschild, uno de los linajes de banqueros más prestigiosos del mundo, y asesor financiero del grupo, quien les recomendó que para evitar la bancarrota por las abundantes deudas que tenían con el fisco británico, lo mejor era que se mudaran durante un par de años a Francia. El escándalo fue enorme. El Reino Unido estaba invadiendo y conquistando el mundo gracias al rock y al pop de sus músicos más jóvenes, y el grupo más significativo de aquel fenómeno sin precedentes, se exiliaba al otro lado del Canal de la Mancha. También entonces, la culpa recayó en un gobierno izquierdista, el del laborista Wilson.

Pero para los Stones el asunto tuvo también algo de vacaciones a lo American Pie en un campamento de verano. En Julio de 1971, Keith Richards, que estaba drogado los días pares y en proceso de desintoxicación los impares, alquiló Villa Nellcôte, una extraordinaria mansión frente al Mediterráneo que fue cuartel de la Gestapo durante la segunda guerra mundial. En su sótano instaló un estudio de grabación e invitó al festín a algunos de sus amigos preferidos y a sus familias. Jagger estaba en Saint Tropez y Charlie Watts en Avignon, pero asistían regularmente a las grabaciones del disco que allí se estaba creando. Lo más parecido a una comuna desmadrada, sucia e ingobernable que se pueda imaginar. Y, sin embargo, fue en aquel caos donde surgió uno de los mejores discos de todos los tiempos. Me pregunto qué música acompañará dentro de medio siglo al recuerdo de la salida de Ferrovial, y temo que será algún musical de Nacho Cano. Ahora todo es más civilizado, pulcro y aburrido. Y Villa Nellcôte la compró un ruso por 100 millones de euros hace ya mucho tiempo.

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