Hay españoles que se han cansado de las actuaciones de una parte de los catalanes. Y hay muchos catalanes que también se han cansado de esa otra parte. Es cuestión de ética. Nos lo indica Spinoza: el puro deseo, la razón y el camino recibido. Ese camino recibido es la revelación, son las pasiones de Spinoza, los delirios de María Zambrano. Pero sigamos con Cataluña. En el planteamiento original de los argumentos que nos presentan se observa una ausencia de ética total. Es como si los independentistas llevaran razón por encima de todo. Y consiguen crear una masa de seguidores, fieles a sus principios, y ajenos por completo a la ética. Así, los dirigentes catalanes deben cursar un máster contra la ética.

El comportamiento humano en una comunidad debe cumplir unas normas, son estas normas las que aseguran a las personas que no nos salimos del tiesto. Y en Cataluña se vive fuera del tiesto. Los catalanes han sido, a lo largo de nuestra historia, un pueblo trabajador, motor importante, en muchos casos, de la economía española. En Cataluña hay catalanes con una ética sólida, en cambio hay otros que solo saben vivir del cuento, y ponen en peligro, no solo la armonía de una región, sino la convivencia y las propias normas y costumbres que hacen que la ética sea necesaria y precisa para el desarrollo del ser humano. Si analizamos, el procés ha resultado nefasto para el bienestar de los catalanes y hasta de los españoles.

Hacía esta semana Vidal-Folch un repaso por aquello que realmente importa a los gobernantes catalanes y sus consecuencias. Si a esos dirigentes solo les interesa la independencia y la libertad de los que llaman presos políticos, esto ha acarreado que la sanidad catalana esté en caída libre, que la educación también, que la propaganda independentista es un agujero por donde se va muchísimo dinero, que se multiplica el gasto en TV-3, la actividad parlamentaria se ha reducido considerablemente, pérdida de atractivo exterior, fuga de empresas, inversión exterior por los suelos, y lo más importante, se ha creado una sociedad dividida.

Los dirigentes nacionalistas catalanes no son, ni serán nunca, racionalistas, son incapaces de comprender la estructura (racional) del mundo que les rodea. Pero como decía Spinoza el hombre no es libre. Todo lo que le ocurre es necesario y está escrito de antemano. Todo lo que acontece en su vida sigue el curso de la naturaleza. Y la naturaleza en Cataluña va por muy mal camino.

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