Supongamos -pero no lo quiera Dios- que padeciera la enfermedad de Alzheimer o que la sufriera un familiar suyo. Pongamos que está recibiendo a diario, por correo electrónico, informaciones sobre salud, nutrición y bienestar, que encuentra interesantes y bien documentadas. Superpongamos a lo anterior que uno de los informes le llega con este encabezamiento: "La cura del Alzheimer es por fin una realidad científica". Lee con gran atención catorce páginas que le cuentan que "los medicamentos contra el Alzheimer tienen una tasa de fracaso del 99,5%", que "en España hay 600.000 enfermos diagnosticados, cifra que crece en 40.000 por año". Ante el desolador panorama, una noticia sensacional: el médico norteamericano Marc S. Micozzi, investigador de remedios naturales para enfermedades como la demencia, posee la clave para la curación de la temible enfermedad, plasmada en su protocolo Alzheimer: el tratamiento definitivo. Él es la persona que le "dirá qué medicamentos debe evitar y cuáles son las alternativas seguras y naturales". El porcentaje de éxito es ¡superior al 90%! Está en su mano, no sólo detener, sino revertir el mal. Pero "sólo podemos aceptar a las primeras 75 personas que se inscriban", ya que el Dr. Micozzi las quiere atender directamente. Si se da prisa, podrá ser de los privilegiados que realicen "una inversión única en su cerebro, en sus preciosos recuerdos y en su futuro". Todo ello sólo por 129 euros: una auténtica ganga… o una descarada patraña.

En este punto recurre a Wikipedia. La página de Micozzi es elogiosa, pero le advierte de que sus fuentes están relacionadas con el propio personaje, por lo que su fiabilidad es relativa. Otras informaciones se refieren a que hace años descubrió otro tratamiento natural para curar el cáncer, que no prosperó. Empieza a dudar si la S de Marc S. Micozzi corresponde a un salvador o a un sinvergüenza; a sospechar si la panacea, ofrecida con gran habilidad y aderezada con ataques a la medicina oficial y a la industria farmacéutica, encubre a hábiles estafadores, tan carentes de escrúpulos que no vacilan en jugar con la esperanza de los desesperanzados.

En este asunto deben pronunciarse los que saben de ello. Por mi parte, voy a enviar a la Delegación de Salud y al Colegio de Médicos la documentación que están recibiendo centenares de personas que dudan si están ante un milagro o ante una estafa.

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