Es el título de un libro editado por el Banco Interamericano de Desarrollo, que me regaló hace años el ministro de Cultura de Costa Rica, a quien oí hablar, por primera vez, de la economía naranja, un concepto que analiza las derivaciones económicas de la cultura. El libro presenta de forma muy original ideas que plantean un debate sobre unas actividades que tienen un potencial enorme al servicio del desarrollo de los pueblos. Hace pocas semanas ha visto la luz otra publicación, Las industrias culturales y creativas en Iberoamérica, obra colectiva de la Cátedra Iberoamericana de Industrias Culturales y Creativas de la Universidad Miguel Hernández, que descubro gracias a Enrique Vargas, coordinador iberoamericano de Cultura de la SEGIB. Complementa a la perfección a La economía naranja explicando con profusión de datos el estado de la cuestión en cada uno de los países de la Comunidad Iberoamericana. Ambas publicaciones pueden descargarse de forma gratuita.

La economía naranja abarca desde multinacionales a microempresas, tanto del sector público como del empresarial y entidades sin fin de lucro. Puede surgir de la producción artesana pero también de la alta tecnología. Fomenta la diversidad cultural y presta una atención especial a las culturas autóctonas, ubicándose tanto en el medio urbano como en el mundo rural. Entre sus objetivos fundamentales está "la difusión del potencial de la cultura innovadora como factor de cohesión social y de desarrollo económico".

A veces se piensa en la cultura como un lujo de naciones desarrolladas. Ciertamente en los países con graves carencias en derechos básicos como alimentación, vivienda, educación y salud, la satisfacción de esas necesidades es prioritaria. Pero, una vez iniciada la senda del desarrollo, la cultura se convierte en un poderoso motor para favorecer y acelerar el mismo, con un impacto considerable en la creación de empleo, el comercio y el PIB. En ese camino las posibilidades son insospechadas y numerosas ciudades avanzan con la creación de espacios donde ciudadanos, empresas y gobiernos trabajan juntos para establecer el caldo de cultivo favorable al intercambio de experiencias y al fomento de iniciativas creativas. Además, en palabras de la secretaria general Iberoamericana Rebeca Grynspan, "la cultura es más que un medio para el progreso de la humanidad: es en sí misma la manifestación de ese progreso".

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