Surcos nuevos

Jaime De Vicente Núñez

Canción de trilla en Galaroza

27 de agosto 2013 - 01:00

CUANDO Antonio Tristancho, presidente de la Asociación Lieva, me invitó a asistir a la recreación de las labores de la trilla que iban a tener lugar el pasado sábado en Galaroza, lamenté el hecho de que ese día me encontraría a cientos de kilómetros de Huelva. En el texto que me envió encontré un programa sugerente en el que los trabajos del campo subsiguientes a la recolección de las mieses, tal como se realizaban hasta mediados del siglo XX, tendrían lugar en la bien conservada Era Grande. Los mayores recordarían unos procesos que ellos practicaron y que el avance de la tecnología agraria hizo desaparecer, mientras que los más jóvenes tendrían la oportunidad de conocer directamente la sabiduría y el esfuerzo que sus antepasados dedicaban a la obtención de los granos de trigo de los que nacería luego el "pan nuestro de cada día".

No estuve en Galaroza y por ello no pude disfrutar del evento ni de la exposición de José Luis Macías que había de ilustrar la jornada desde los conocimientos etnográficos. Pero durante todo el día, en la lejanía, estuve evocando los veranos de mi infancia en el pueblecito salmantino de mis abuelos, con mis tíos, labradores del riguroso secano del Campo de Argañán, y mis primos, que durante las vacaciones escolares se dedicaban a tiempo completo a ayudar en las tareas del campo. Lo que para ellos era el aprendizaje de una profesión dura, para los niños que llegábamos de la ciudad constituía una atractiva novedad y con ese aliciente, por ejemplo, dábamos vueltas y vueltas a la parva encaramados sobre el trillo de pedernal del que tiraba una pareja de mulos esforzados. Luego llegaba el momento de aventar con el bieldo las espigas tronzadas para separar el grano de la paja, operación en la que era colaborador imprescindible el viento que se presentaba al atardecer. La música de los fragmentos de cuarzo hiriendo las espigas la volví a encontrar muchos años después en una antología de Gerardo Diego, en los versos de una canción de trilla, un primor de aliteración: ¡A la trilla, trilladoras! / que el alba amarilla brilla / y las estrellas rastrilla. / Trilladoras ¡a la trilla!

Hay que elogiar sin reservas estas iniciativas de ayuntamientos y asociaciones culturales serranas. Y, ya de paso, vendría bien reflexionar sobre la importancia de acertar a separar el trigo de la paja, también en nuestra vida personal y en la sociedad a la que pertenecemos.

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