políticamente incorrecto

Francisco Revuelta /

Cambio y permanencia

07 de octubre 2011 - 01:00

EL rostro humano podría ser un claro ejemplo de una de las discusiones filosóficas más conocidas, que protagonizaron en la Grecia clásica Heráclito y Parménides. El primero de ellos -el Oscuro, como lo denominaban- apostó por la variabilidad y fugacidad de todo cuanto existe. Todo cambia. A cada momento siguiente, nada es igual a sí mismo. Y expresó sintéticamente su pensamiento en su frase "la existencia es la corriente de un río, en el cual no podemos bañarnos dos veces en las mismas aguas". Por su parte, el segundo, ligeramente posterior, se colocó en una posición contraria, afirmando que "para que algo fluya es preciso que haya antes ese algo, es decir, un sustrato permanente, un ser en sí". En definitiva, la pugna se establecía entre dos polos opuestos: el del cambio y el de la permanencia. Desde mi perspectiva, ambos son posibles en la realidad. Por ejemplo, el rostro se modifica con el tiempo pero, asimismo, conserva determinadas características que permiten identificar a una persona con el paso de los años. Y esto podría aplicarse a distintos niveles, como es el político. Sería absurdo pedir a un partido o a una ideología democráticos que se mantuvieran anclados en sus presupuestos iniciales, sin que se adapten a las circunstancias cambiantes pero, también lo sería el incesante vaivén desde un enfoque a otro. Tanto la evolución como la persistencia de determinados valores son necesarios, las cuales serían elementos distintivos de un buen hacer político que redundaría positivamente en aquellos que ejerzan el poder, si siguen ese patrón.

Ahora bien, el cambio y la permanencia han de responder a criterios evidentes e ineludibles, exigibles por los momentos que se atraviesen y por la construcción de un futuro mejor. Pero, por desgracia, en la política española y andaluza, se ha sido testigo con frecuencia de ambas cosas sin que se dieran tales tipos de criterios. Lo que parecía no era y lo que era no parecía. Si venía bien, por intereses exclusivamente partidistas -incluso personales- se alteraba lo que fuera o había que aferrarse a unos supuestos principios. En este contexto, un paradigma lo constituye el caso de la integración española en la Organización del Atlántico Norte. El PSOE, de aquel "OTAN, de entrada no" ha pasado a estar muy contento porque EEUU va a desplegar en nuestras costas cuatro buques y 1.200 militares. Y Defensa manifiesta que echa cuentas y sólo ve ventajas. Con esto no me pronuncio ni a favor ni en contra de la decisión -hay que ser cautos con lo que está cayendo con la crisis y con la presencia continuada de la amenaza terrorista-. Lo que se pretende es poner en evidencia la falsedad y la manipulación regular de la que somos objeto los ciudadanos, no sólo por los socialistas sino por todos los partidos políticos.

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