Nací en la base de un cabezo, me eduqué en un colegio que le robó el terreno a un cabezo y en un instituto asentado en un cabezo, llevé a mis alumnos a un cabezo a recoger fósiles (moluscos y cetáceos) cuando estudiaban las civilizaciones de antes de Cristo, y hemos criado a nuestras hijas en la cima de un cabezo. Estas elevaciones del terreno, originadas por las sedimentaciones del Tinto y del Odiel, están tan insertas en la fisonomía de Huelva, que apenas reparamos en su presencia en la historia personal de cada uno.

Los cabezos son los indiscutibles protagonistas de la expansión de la ciudad: unas veces puestos al servicio del disfrute de la población (así aparecieron los parques de Moret, la Esperanza o Alonso Sánchez…); otras, para el regocijo de las empresas constructoras. Nadie imagina la vida con la ausencia de un ser querido en la casa, pero se vive; también Huelva ha ido desarrollándose con la desaparición de algunos significativos cabezos. El de la Joya, o cabezo del Pino, fue mutilado para dejarle espacio a esa zona de viviendas que consiguió "lavarle la cara" a la urbe y mostrar una imagen más moderna en la llamada Plaza de la Capitalidad. Pero lo que tiene el culto a la imagen es que, convertida en obsesión, se llega a pensar que se vale por lo que se muestra, no por lo que se es. Si se juzga a personas y grupos por lo que se visibiliza de ellas, qué no sucederá con las ciudades.

Será por todo ello, el respeto y admiración que suscita la asociación Huelva te mira y las Asociaciones de Vecinos que se les han unido a fin de divulgar el valor científico e histórico de los cabezos. Por lo pronto, han logrado que se hable de ellos, que se les contemple como algo más que un inútil promontorio que se utiliza para aparcamiento ilegal lo mismo que para una moderna urbanización. Pero, sobre todo, estas agrupaciones han venido a recordarnos su valor, su uso como hábitat, lugar de enterramiento o para suministro de agua desde la época romana.

Es difícil imaginarse una Huelva sin cabezos, perdería su identidad y traicionaría a su historia, pero tampoco es fácil pensar en una Huelva moderna y actualizada, con unos cabezos en el estado de siempre, sin unos cuidados mínimos, sin una mínima protección y sin un mínimo respeto a su valor cultural. Nuestra ciudad necesita conciliar el ayer con el mañana y en este camino, más que dinero, precisa esfuerzo, imaginación y un decidido avance hacia el futuro sin pausas pero con su historia en el espejo retrovisor.

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