El balcón

Ignacio / Martínez

Arrogantes

LA alcaldesa de Barcelona ha calificado de arrogante a Pablo Iglesias en un libro entrevista de reciente aparición. La definición le viene como anillo al dedo al jefe de Podemos. Es verdad que Iglesias se quiere en exceso a sí mismo. (No ganará para espejos; se le deben partir de sólo mirarlos). Le gusta ser siempre protagonista; fotografiarse con el niño de Bescansa, besar a Domènech, faltar el respeto a los contrarios, autoinvestirse vicepresidente y renunciar al cargo… Cumple casi todos los requisitos de altanería para resultar repelente hasta a sus socios. Pero nada de eso es una novedad en la vida pública española, hay notables precedentes entre la vieja política nacional.

En el otro lado del espectro político, José María Aznar derrochó soberbia a raudales en los cuatro años de su segundo mandato. La ilusión de su vida era ser amigo del presidente de los Estados Unidos. Y, más aún que serlo, que se supiese. Por eso en la cumbre del G8 en Canadá en 2002, a la que asistió como presidente de turno de la UE, cuando Bush puso los pies encima de la mesa, Aznar le imitó mientras se fumaba un puro… Allí estaban para contemplar la escena el presidente Chirac, el canciller Schoeder, el primer ministro Berlusconi… Y también el premier británico Tony Blair, quien un año después completaría con Bush y Aznar del trío de Las Azores que desató la guerra de Irak.

Pero el elenco es mucho más numeroso. En el campo socialista ha habido casos en los que su talento ha ido parejo a su altanería. Josep Borrell es un buen ejemplo. Fue antológico su empeño en explicar el principio de devengo en el primer gran debate contra Aznar en 1998. Solchaga, Guerra o Solana han hecho también méritos para figurar en esta clasificación. En el PP, uno de los más conspicuos arrogantes fue su superministro de Economía y Hacienda, Rodrigo Rato, siempre mirando por encima del hombro a la fauna humana circundante y siempre con una chaqueta de una talla menor que la suya. Estaba convencido de ser el autor del milagro económico español hasta que Aznar declaró a The Wall Street Journal: "El milagro soy yo". Otro que no le ha ido a la zaga a ambos ha sido Federico Trillo.

En el ámbito andaluz ha habido pocos casos. Quizá los políticos que más hayan destacado en el Parlamento andaluz por su nivel de arrogancia hayan sido un clásico, Luis Carlos Rejón, coordinador de IU-CA en los 90, y un moderno, Mario Jiménez, actual portavoz del PSOE. Cada cual tendrá su propia lista, pero convengamos que Iglesias no ha inventado la altanería política nacional.

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