Mensaje pascual

josé vilaplana blasco, Obispo de Huelva

Amar es servir

El Jueves Santo hace resonar con fuerza las palabras de Jesús: "Amaos como yo os he amado". Estas palabras, pronunciadas en el Cenáculo, fueron acompañadas por dos gestos: el lavatorio de los pies y la "fracción del pan", esto es, la institución de la Eucaristía.

El Maestro, la víspera de su pasión, en la última cena con los discípulos desea expresar todo lo que ha sido su vida y anuncia lo que ocurrirá al día siguiente cuando entregue su vida en la Cruz, desvelando así el significado de su muerte: "Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por los amigos" (cfr. Jn. 15, 13).

Con sus palabras y sus acciones, Jesús ofrece un programa de vida a sus discípulos, condensado en la expresión "amaos como yo" y en los gestos. Después de lavarles los pies dirá: "Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho, también vosotros lo hagáis" (Jn. 15, 13). Y después de partir el pan -"esto es mi cuerpo entregado por vosotros- afirmará: "Haced esto en conmemoración mía" (1 Cor. 11, 24-26).

Esta última cena tendrá una importancia vital para los discípulos y será siempre una fuente inagotable, que nos enseñará el camino del amor más grande. ¿Cómo entender y profundizar lo que significa este amor? El Jueves Santo debe ser una escuela para este aprendizaje. Si profundizamos en las palabras y gestos de Jesús, podemos sacar conclusiones importantes para descubrir lo que significa amor.

El hecho de lavar los pies a los discípulos señala que amar es servir. El amor no es un sentimiento pasajero o abstracto. El amor es concreto e implica a toda la persona. Quien ama toma en serio al otro y se pone a su servicio. Toda la vida de Jesús, resumida en este gesto, ha sido expresión de este amor: su cercanía a todos, su acogida a los niños, su atención a los enfermos, su sensibilidad para detectar el hambre de los que le seguían, su mano tendida a los pecadores... Todas sus acciones indican que "no ha venido a ser servido sino a servir" (Mt. 20, 28).

Podemos descubrir otros aspectos importantes en sus actitudes: amar significa dar el primer paso. Jesús ama primero, se adelanta. No ama sólo a los que le aman, ama incluso a los enemigos. No pone ningún límite a su amor. Por este dinamismo su amor se muestra en el perdón generosamente ofrecido. En este sentido, San Juan de la Cruz dirá: "Pon amor donde no hay amor y encontrarás amor".

El amor que muestra Jesús a través de toda su vida, en el encuentro con las personas, tiene otra característica preciosa: dignifica a todos los que toca. Este es posiblemente el rasgo más hermoso del amor. El filósofo Carlos Díaz nos ofrece unos pensamientos espléndidos hablando de esta dimensión del amor. Refiriéndose al cariño de un padre por su hijo deficiente dice: "... desde el amor que le profesa su padre, es la persona más digna, más persona del universo. ¿Por qué? Porque lo ama totalmente. He aquí una verdad básica en la vida humana: quien nos ama nos reconoce como personas, seamos quienes seamos y estemos como estemos. El amor dignifica y rescata del olvido y de la muerte, reconstruye lo deficiente, asume las deudas, enjuga el llanto, y, por eso, quien es amado renace. Da más fuerza sentirse amado que creerse fuerte. Así de sencillo, pero así de verdadero es el amor."

Además, la cima del amor de Jesús, como nos ha recordado el Papa Francisco, es la Cruz. Es el amor que se entrega, es la donación de la propia persona. Hablando de esta dimensión del amor, en la homilía del día de San José, en el inicio de su pontificado, decía: "Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la Cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de San José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños […] Sólo el que sirve con amor sabe custodiar".

Este amor se hace ternura y se inclina especialmente al débil, al pobre, al necesitado. Es el amor que no busca recompensa o reconocimiento, es gratuidad y, por tanto,  no busca el propio interés, como indica el himno a la caridad de San Pablo (1 Cor., 13). El amor no se muestra sólo en los grandes acontecimientos o en magníficas iniciativas, se manifiesta, sobre todo, en la vida cotidiana, en lo sencillo, en lo que pasa desapercibido, en lo constante y permanente; en horas de silencio y en noches de vela; en tantos y tantos gestos de personas anónimas que humanizan nuestra sociedad. Ahí están, entre otros, los voluntarios de Cáritas, a los que hoy recuerdo con sincera gratitud y reconocimiento.

Pienso que ante un amor como nos muestra Jesús, siempre debemos sentirnos aprendices. El amar como Él amó, sólo lo podemos ir logrando, estando con Él. El Jueves Santo nos invita a entrar en esta escuela.

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