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Para tener una vida digna, tan sólo necesitamos las cinco aes: alimento, abrigo, agua, aire y afecto

No soy especialmente cinéfilo. Pero posiblemente esta columna termine pareciendo algo así como una crítica de cine. Y es que ayer estuve en una sala de proyecciones, prácticamente vacía, por cierto, viendo una conmovedora película: El olvido que fuimos. Cuando salimos, me parecía percibir en todos los rostros la misma sensación de esperanza y frustración, bien mezcladas con lágrimas.

Esperanza, por el retrato que se hace de un personaje de la sociedad colombiana, un tipo como otro cualquiera, pero que termina convirtiendo su cotidianidad en heroicidad, su práctica profesional en un ejercicio de transformación social. Esperanza porque a mitad de la película, Héctor Abad Gómez, el protagonista (o si quieren, Javier Cámara, el actor que lo interpreta) nos ha convencido de que tan sólo siendo honestos con nuestro día a día, con el ejercicio de nuestra profesión, con lo que vemos a nuestro alrededor… sólo con eso transformamos sustancialmente nuestra realidad.

Hay un momento de la película en que Abad dice que, para tener una vida digna, tan sólo necesitamos las cinco aes: alimento, abrigo, agua, aire y afecto. En estos tiempos en que las desigualdades se muestran de forma tan vergonzosa, en estos tiempos en los que cien personas acumulan tanta riqueza como la inmensa mayoría del planeta, esa afirmación tan sencilla nos pone sobre la pista de lo que es verdaderamente importante: coherencia y compromiso en nuestro quehacer diario para lograr una vida digna para todas las personas.

Esa es la esperanza. Mucha esperanza la que destila le peli. Pero dije que iba mezclada con frustración. Y es que el final, aunque se veía venir desde el segundo fotograma, es estremecedor. La violencia siempre se termina haciendo un hueco cuando hablamos de transformar la sociedad. La violencia siempre se termina haciendo un hueco cuando se trata de la verdad frente a los oligopolios, los señores de la guerra, los grandes poderes fácticos. La violencia siempre aspira a tener la última palabra. O la última bala.

En fin. Vayan a ver la peli. Merece la pena. Y ojalá cada vez seamos más las que aspiremos a ser héroes al estilo de Héctor Abad. Sin capa ni superpoderes: sólo coherencia y compromiso, pequeños gestos, afectos y luchas, incidencia y mirada a largo plazo. "Ya somos el olvido que seremos. Bajo el indiferente azul del cielo, esta meditación es un consuelo."

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