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La alegoría de las Tres Gracias, el Júbilo, la Abundancia y la Belleza, supuestas hijas de Zeus y Hera, nos ha acompañado durante más de dos mil años. La obra maestra de Rubens garantiza que su memoria pervivirá en las generaciones futuras. Por cierto, recomendable exposición la que actualmente le dedica el Museo del Prado, recreando el taller del genio flamenco, quien fue capaz de desarrollar una fecunda cadena de producción, casi antecedente de las de Henry Ford, de la que salieron más de 1.500 obras.
Incluso el catolicismo, con su omnívoro y exitoso sincretismo, intentó asimilar las Tres Gracias paganas a las tres virtudes teologales de la Fe, la Esperanza y la Caridad. Pero antes, Séneca, nuestro pensador andaluz más universal, con permiso de los también cordobeses Maimónides y Averroes, defendía que las tres gracias eran una metáfora multiusos. De hecho, él las utilizó para explicar la necesidad de que las buenas obras sean retribuidas, para incentivar la multiplicación de las mismas. Si aceptamos la flexibilidad interpretativa que propone Séneca, podemos utilizar esta alegoría para exponer tres ventajas que acompañan a los presupuestos andaluces, ahora en tramitación parlamentaria. En primer lugar, el indudable Júbilo por el simple hecho de que se aprueben unos presupuestos para 2025, antes de que finalice el año 2024. Parafraseando el “cuándo se jodió” de la magistral Conversaciones en la Catedral, la política española se complicó, y mucho, a partir de las elecciones generales de 2015, que tuvieron que repetirse en 2016 por la imposibilidad de Rajoy de formar gobierno, como también ocurrió en 2019, ya con Sánchez. Pero si complicado es montar gobierno, más complejo está siendo la tramitación de alguna reforma de calado o, simplemente, aprobar unos presupuestos, lo cual debería ser la expresión mínima de la gestión de un ejecutivo. Este periodo actual de anemia política ayudaría a explicar, por ejemplo, cómo España pasó de ser un buen ejecutor de fondos europeos a ser el peor de Europa en el último marco plurianual, que acabó el año pasado.
También es clara la Belleza económica de que los presupuestos andaluces busquen el necesario equilibrio financiero, renunciando al déficit del 0,1% permitido. Hoy sabemos que, cuando llegue la próxima crisis económica, pandemia o desastre natural, necesitaremos evitar los recortes presupuestarios, como nos enseñó la pasada crisis financiera, para no agravarla. Eso exige rehuir de los déficits en momentos de clara expansión económica, como el actual, buscando superávits públicos. O, siguiendo la interpretación de José de los sueños del Faraón, recogida en el Génesis, necesitamos llenar ahora los graneros para anticiparnos a las futuras vacas flacas. Y finalmente vemos que es un presupuesto agraciado por la Abundancia, ya que sigue siendo un presupuesto sin recortes, que crece un 4,4% en términos nominales. Una Gracia que, hace un año, parecía improbable ante la que se esperaba inminente entrada en vigor de las nuevas reglas fiscales europeas.
La discusión de las enmiendas parciales debería servir para que la mayoría absoluta demostrara que una mayor eficacia es compatible con una razonable sensibilidad hacia las propuestas de la oposición, es decir, absoluta, en una democracia sana, no significa absolutista.
Pronto será tiempo de celebración por su aprobación, después vendrá lo más difícil, conseguir una correcta ejecución del mismo, y ya habrá tiempo de analizar la misma desde esta misma columna.
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