Análisis

eduardo fernández jurado

La solidaridad se llama Aramburu

La solidaridad es una condición que habitualmente se practica a demanda. Sin embargo, existen casos en los que se practica por iniciativa personal para favorecer a aquellos que necesitan ser ayudados. Esta segunda modalidad, en nuestra ciudad, tiene entre otros, un nombre propio: Alfonso Aramburu.

La última acción solidaria de Alfonso es su actual exposición de pintura cuyo beneficio se va a repartir entre las Hermanas de la Cruz, Cáritas Diocesana y la Asociación Española Contra el Cáncer. Ésta es una de las muchas razones por las que me enorgullezco de ser amigo de Alfonso, entre otras cosas porque disfruto con su humanismo que quizás, inconscientemente, es heredero de las tesis de Arias Montano y que, no obstante, es un hombre del Renacimiento, seguidor, consciente, arquitectónicamente, de Herrera, un bohemio identificado con el compromiso socio-cultural de Valle Inclán y un pintor que se inspira en la obra de José Caballero.

Ser solidario es una forma de abordar la vida desnudándose del interés privado en aras de las necesidades de los desprotegidos. Este compromiso solidario tiene en nuestra ciudad un habitáculo conocido: el alma de Alfonso Aramburu porque él está convencido de que la dignidad de los seres humanos es igual para todos.

Sin embargo, es preciso aclarar que este posicionamiento vital de Alfonso no responde a un interés específico por hacerse notar, por significarse como persona destacada sino de su dedicación hacia los demás, que se debe a un desprendimiento de cualquier oropel que le pudiera situar en el candelero social del éxito, aunque, eso sí, ha conseguido ganarse el respeto y la admiración de quiénes le conocemos y, ello, a pesar de los muchos premios y distinciones que le han sido concedidos y que Aramburu considera como anécdotas, que solo le han servido, y no es poco, para que los poderosos no encuentren inconvenientes en colaborar con él y sus proyectos solidarios porque ha sabido ganarse su respeto.

En consecuencia se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que las dos cualidades que determinan la personalidad creadora de Alfonso Aramburu son la solidaridad y la sencillez. Es un hombre afable y cercano, que cultiva y mima la amistad y, cómo no, hace partícipe a sus amigos de sus inquietudes, sabiéndoles escuchar sobre sus ideas solidarias que abarcan soluciones posibles para paliar muchos problemas. Y es desde este plantear los problemas como convence a sus interlocutores para poder desarrollar sus acciones solidarias.

Sé positivamente que a Alfonso Aramburu no le agrada que se hable bien sobre él pero también estoy seguro que sabrá perdonarme este pecado de amistad y admiración porque es generoso. Y yo, quiero rendirle el modesto homenaje de estas líneas, con la intención de que se le conozca más, pero, sobre todo, para que se le admire más y no se dude en colaborar con una persona que en su taller de trabajo tiene colocada, para que se pueda leer desde la calle, una frase del Papa Francisco convertida en su lema definitivo: "Quién no vive para servir, no sirve para vivir". Gracias, Alfonso.

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