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Decía con arte un seguidor de cierto equipo, que también ha vivido un curso bochornoso, “ojo, que esta temporada ha sido buena comparada con la que viene”. A ver si el descenso va a ser canela fina comparado con lo que se empieza a vislumbrar. A pesar de eso, palante tiraremos en agosto, abono por medio. Otros, por apatía, incredulidad y desesperación, lo dejarán pasar. Y se les tendrá que respetar.
Tras el numerito de La Maestranza y su repercusión el señor Fernández, parece ser que ya arrepentido (en el pecado lleva la penitencia), se ha dado cuenta de que es el ¿capitán? de un auténtico transatlántico que, desde hace una década, tiene tan agujereado el casco que no puede zarpar. De hecho es un milagro que al barco aún le quede casco aunque esté perforado por doquier -por cierto, señora alcaldesa: la expropiación salvó de la muerte al Recre y no descendió por eso, ni por la famosa sentencia ni por nada similar: ha caído por unos fichajes vergonzosos de Arias primero y de quien sea después, nada más-. El caso es que el potencial de esta entidad y de la gente que le rodea no brota por casualidad, se tiene que cultivar. El aún supuesto señor presidente nos puede resetear y lograr que todos regresemos en agosto con una fuerza inusitada o hacer lo que hizo un listillo -mentir, no pagar, aprovecharse del Decano, mirar con desprecio a todos, colocar a inútiles amiguitos en todos los departamentos para aparentar…- y ponerle la puntilla al club más antiguo de España. Bueno, intentar ponerle, porque puede que sepa también cómo nos las gastamos cuando pretenden enterrar al pionero.
Algunas de las ideas que llegan del nuevo proyecto para tratar de reflotar esto dan lo siguiente al pánico: esperemos que no piense el señor Fernández que esto va a ser un coser y cantar por muchos campos feos y equipos extremadamente pequeños que aparezcan en el horizonte. Esta camiseta pesa un quintal y no vale cualquiera ni para fichar ni para entrenar ni para jugar; ni este escudo ni estos miles de fieles ganan partidos porque sí. Ojalá tenga muy claro esto ya.
¿De verdad quiere el hipotético mandamás que la temporada que viene sea inolvidable? Pues que no sea dócil y defienda estos colores y a su genteante todo y ante todos, que son muchos los que nos pisotean sin parar; que fiche a gente competente y dispuesta a dejarse la crisma por esta entidad; que actúe y explique, que nada ahuyenta más que la opacidad. Y que no olvide que esto va, sobre todo, de ganar. Tras la otra terrible caída muchos quisieron bailar sobre nuestra tumba y el recreativismo resurgió como nunca jamás. ¿Por qué no volverlo a hacer? Este transatlántico aún se puede salvar y suponemos que es todo suyo: desde hoy, el arrepentido no puede fallar más.
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