Análisis

J. Antonio Mancheño Jiménez

Exdelegado provincial de Cultura

La jeta de Celaá

Anda que Isabelita Celaá tiene una jeta, dícese morro, que supera todo lo conocido hasta el momento ya que además de presentarse ante dos mil congresistas defensores de la libertad de enseñanza católicos, y ante un escenario repleto, les suelta, con esa cara de facciones perruna, que de los llamados derechos y libertades para elegir centros escolares, nada de nada, que esa es una interpretación no ajustada al pensamiento único de izquierda y que en todo caso, es el art. 27 de la Constitución el que no ha sido interpretado correctamente por los presentes y ausentes, dado que su grado de sapiencia supera al conjunto del foro, a los padres que redactaron la Carta Magna y al mismo San Juan Bosco, que de esto sabía algo.

Dos pequeños detalles. Uno, la mojigata desfachatez con que desde el atril, ante una concurrencia a la que ha sido invitada por los defensores de una enseñanza humanística, ética y propulsores de la libre elección de enseñanza, a la que ella se opone con delicado cinismo y otra, la insolente presencia de una ministra que en campo ajeno, y ante los congresistas, se atreve a dar la espalda a quienes han tenido el placer de invitarla. La señora no tiene idea de protocolo, ni de las normas de “buena educación” con que han de regirse los invitados.

Podría desestimar la oferta al no compartir el terreno de juego donde iba a decidirse el match o podría declinar su presencia por encontrase en “baja forma”, pero optó por hacerse notar y declarar que era contraria a cuanto allí se estaba decidiendo, lo que a primera vista parece una milonga Laá y de soslayo, una conducta inapropiada y displicente de su ¿señoría?

Un tercer detalle, la actitud de quienes permitieron que, una vez finalizada la lección magistral de insensatez, aludiendo a los cerros de Úbeda, se aferraran a un posible error de interpretación, un descarrile sin importancia, una pequeña menudencia por parte de la ministra ante la constitucionalidad de la libre elección por parte de los padres y, consecuentemente, un brindis al sol. Bofetada sin manos y silencio ominoso.El artículo 27 de la Constitución establece de forma clara y concluyente, punto 1, que todos tienen el derecho a la educación, reconociendo explícitamente la “libertad de enseñanza” y el punto 3, afirma que, los poderes públicos garantizan el derecho que asista a los padres para que sus hijos reciban formación religiosa y moral, de acuerdo con sus propias convicciones. Dado que la celebración del XV Congreso de Escuelas Católicas era motivo del encuentro, sólo por eso, y en virtud de su condición de invitada, Laá, la e, la i, la o y la u, debiera mostrar cierta prudencia, cierta pudicia y cierto respeto a los convocantes, cosa que Isabelita, en todo caso, ignoró con sonrisa burlesca.

¿Te invito a mi casa y encima me insultas? Sí señor, y además, en vez de levantar la mesa y acabar por indicar a la ministra la puerta de salida, unos y otros, incluso monseñores, intentan disculparla, aduciendo, un probable error de interpretación, cuando el único error ha sido permitir que continuara hablando y conculcando el espíritu y la letra de la Constitución.

¿Qué va a decir ahora, formalmente, la Conferencia Episcopal? ¿Qué pensará el Primado de Roma en España? ¿Qué va a hacer la Confederación Católica de Padres de Alumnos? ¿Se callarán o refutarán por activa y pasiva a la sectaria Laá? Mi libertad no la coarta el Gobierno ni mis creencias ni mi modo de vida ni mi capacidad de decidir ni lo que entiendo mejor para la formación de mis hijos. Eso sería propio países cuyo intervencionismo impide ejercer las libertades formales e individuales, y sobre ello no cabe discutir, son reglas compartidas afirmativamente por la inmensa mayoría de los pueblos demócratas.

Mientras escribo esto no entiendo por qué la jerarquía calla, por qué en todas las parroquias de España se guarda silencio, porque “la vid se oculta y los sarmientos claman”.

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