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Aparece un paliativo inimaginable y que nos hace la vida más llevadera en este tiempo de polvorones y futbolistas de vacaciones. El parón navideño que nos sumerge en una suerte de aburrimiento no hay forma de corregirlo. Por mucho que se incida en la incongruencia de que los artistas descansen cuando el cliente descansa, la cosa no tiene remedio mientras continúa, por ejemplo, en ebullición la Premier.
Pero gracias a la televisión de pago ha surgido en nuestras salitas la Copa África, que en realidad se llama Copa Africana de Naciones, para delicia de los que vivimos enganchados a lo que se ha convertido en el mayor espectáculo del mundo. Y así desde mediodía hasta ya de noche, una serie de partidos a cual más interesante. Como la anarquía del fútbol africano pasó a la historia, ahí nos encontramos con un fútbol similar a cuantos destacan en todo el globo.
Antañazo, el prototipo de futbolista africano fue Biri Biri, un portento físico que no se movía por parámetros establecidos. Le daba rienda suelta a sus instintos para galopar como un gamo y saltar por encima de todas las marcas establecidas. Futbolista que, bajo su anarquía, resumía las esencias del futbolista negro. Era coetáneo a aquel N’Kono que, jugando con pantalones largos, era todo un espectáculo. Hogaño ha cambiado la filosofía de unas formas de jugar a la que ya llegó la globalización y que en estas tardes navideñas cubren un gran hueco para hacer feliz al adicto.
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