Porque es ahora, sí. El Utrera ha logrado atrapar al Decano (aunque con un partido más, lo sé) haciendo la goma al ritmo impuesto por los de Gallego durante la primera vuelta hasta darle un buen zarpazo aquel frío -ay, qué fallito general- primer partido del año y esta semana, después de mucho tiempo, tenemos que girar el cuello hacia un lado, y no para abajo, a la hora de vigilar a un incómodo vecino cuyo trabajo tiene, desde luego, un mérito importante.

Es ahora, sin duda. Es el momento para que los jugadores den el do de pecho, para que plasmen, en este instante en el que vienen curvas y en el que el camino empieza a picar hacia arriba, que las palabras de seguridad y firmeza lanzadas desde agosto no estaban huecas, que se pueden y deben hacer realidad. Es hora de demostrar, pese al viento de cara, que son capaces de bajar piñones, superar los abanicos, las pájaras, las ruedas pinchadas y hasta los sabotajes en avituallamientos si así ocurriera. Han de refrendar, cuando todo se vuelve a igualar, que no hay excusas y que nunca las habrá.

Que sí, que es ahora. Que sabíamos que esto iba a costar lo suyo, que quedaba simpático el buenrollismo global (ya hablamos en su tiempo de esto), la caída de pie del míster y de Alejo, el reseteo de la gente pese a la mamarrachada del curso pasado, el Todos a una y demás, pero que hay que seguir ganando mucho. Que han sido muy bonitas, preciosas y hasta chulísimas, como diría esa ministra tan cuqui, ciertas estampas en el estadio Nuevo Colombino, los más de 9.000 abonados, varios multitudinarios desplazamientos a lugares humildes y coquetos, cantar el Sha la la, el Decano de mi alma y mil cosas más, pero eso es agua pasada porque todo gira en torno al césped, a que el balón cruce la línea de cal correcta, en quedar primeros, en subir y seguir ascendiendo para ir recomponiéndonos del desastre al que nos mandaron. Esto va de ganar, ganar mañana -si se juega-, y el domingo, y el próximo miércoles, y el siguiente domingo… y así, hasta abril.

Dicen que en medio de la tempestad nacen los mejores marineros; los que mantuvieron en pie esta carabela merecen un feliz final de trayecto. Tres meses restan para eso. No falles ahora, Decano, no les dejes en este puerto.

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