‘Superestar’ en Macondo
Elogio de la locura
Dicen que el fútbol te conecta con tu niño interior. A mí, desde hace tiempo, me conecta con un niño que debe ser parecido a Chucky y eso que jamás -lo prometo- fui un diablillo en mi infancia. Las inacabables andanzas de este equipo/club deben ser una prueba divina porque, no me negarán, irritan hasta al más calmado. Tiene pinta de que, de existir, en otra vida los de blanco y azul estaremos rodeados de alhajas mientras nos agasajan, como a reyes, en palcos supermegavip unos preciosos angelitos con suaves arpas sonando de fondo. Fijo, porque esta penitencia debe tener algún sentido.
A ese niño interior se le revuelven los ojos en sus órbitas ante el inexplicable cambio drástico de forma de encarar los partidos; frente a Atlético y Ceuta, un mundo, y frente al resto (quitando un buen tramo en el Rico Pérez, todo sea dicho), otro. Y con lo de la tardanza en los relevos. Tras la segunda visita a Alicante quedó patente que no es la primera vez en este curso que se saca algo positivo cuando se va a lo loco, se meten delanteros natos (cuenta la leyenda que se puede jugar con varios más de un ratito, créanme) y cuando la necesidad ahoga. Confieso que al echarse a Abel pensaba que quizás vendría un davidvidaliano de turno para despertar del puñetero letargo a todo el mundo de una santa vez… pero mi gozo se fue a otro pozo. Sí, sé de sobra que la locura no puede dar de comer siempre pero a veces te saca de caminos sin salidas. Pasa en el fútbol y en la vida, ¿o no?
Quedan diez partidos y todo puede ocurrir pero ojo que ya hemos visto lo que ha sucedido en otros diez. Y ahora viene José María Salmerón. Comentaba con un amigo futbolero hace unas horas si alguna vez el almeriense se habrá parado a pensar con nostalgia sobre lo que pudo haber pasado de haber continuado aquí… y no pasó. Sí cuajó aquella lucha entre unos y otros que acabó como acabó. Al final entre todos lo agujerearon y, poco después, el equipo solito se hundió. ¿Les suena de algo? Dios no juega a los dados, aseguraba Einstein, pero con nosotros se está divirtiendo un rato. Marzo empieza a acelerar y en las mismas ausentes manos seguimos de fracaso en fracaso. Y así, lo más lógico, es que llegue el fracaso final. Eso también lo sabía Einstein… y lo sabe todo bicho viviente.
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