Qué difícil es contar bien lo que pasa

El periodista estadounidense Tony Cavin, de la NPR Network, describe así el cambio de trabajo de los informadores: “Antes, al caer el día, iba acabando la jornada laboral. Ahora un tuit de Trump, o de Musk, de madrugada, te desmonta el informativo”. En México, sostiene Amada Castañón, de Tele Azteca, pase lo que pase, no se mueve nada hasta que la presidenta Claudia Sheinbaum hable en Las Mañaneras, informativo diario de una hora para periodistas seleccionados. Se encontraba la presidenta elogiando los avances en seguridad, hace tres semanas, cuando le comunicaron que acababan de asesinar a dos de sus colaboradores directos.

Estábamos en esa conversación en Lima, en la Asamblea de la Alianza Informativa Latinoamericana, cuando llegó la noticia bomba de que dimitía el número tres del PSOE, Santos Cerdán, por presunta corrupción; y comparecía de emergencia, compungido, Pedro Sánchez. No era el disparo de un tuit, ni tiros de muerte en la calle, sino baterías de audios escandalosos captados por la Guardia Civil cuyo contenido deplorable noqueó a millares de socialistas. Y crearon la más grave crisis política en siete años de Gobierno. Sin descartar nuevas revelaciones. En España, la batalla política va de disparar audios y de decir que “no” a todo. Incluso a celebrar el 40 aniversario de la feliz incorporación a la Europa Comunitaria. Hay un presidente que resiste, aunque los jueces diezmen su entorno, y un aspirante que desespera, Núñez Feijóo, porque exige elecciones ya. Pero la aritmética es inamovible: 176 diputados (la mitad más uno del Congreso) es pasaporte mínimo a la Presidencia. Lo demás es horrendo, hasta deprimente, pero emocional. Sánchez, quiere llegar al menos a principios del 2027. Salvo quiebra personal, lo intentará.

Hay una aceleración de la historia que descarrila informativos y desafía la neutralidad de los periodistas. Nadie lo resumió tan bien como el ecuatoriano José Hernández, cuando habló, en la sesión de la AIL, de cuatro mutaciones que explican lo que sucede. La primera mutación es cambiar datos por relato. La segunda, arrinconar la legalidad amparándose en la legitimidad. La tercera es hacer de la política una religión. O más que una religión, le matizaríamos, en una iglesia, con la Fe ideológica vibrante y los algoritmos en el altar. Y la cuarta mutación es la decisión del poder político de contemplar y utilizar los medios como torres repetidoras de sus posiciones. Vale lo mismo para el Gobierno que para la oposición aspirante, país por país.

Hay más información que nunca, y al instante; pero la complejidad de la trastienda de donde surgen favorece la pérdida de contexto. Y todo, sin contexto, es más manipulable. Tiempos difíciles para contar.

También te puede interesar

stats