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Uno de los entretenimientos futboleros de cada verano consiste en el ritual de sacarse el carnet de tu equipo, algo que se realiza con más o menos ilusión según tenga el ánimo el propietario o propietaria del mismo. Este año, con cientos de dudas sobre lo que viene y con tanta espera acumulada, ese trámite suele ejecutarse con más ganas de lo normal, sirviendo también como terapia general el compartirlo. Además, las redes sociales incitan a que el personal exhiba su gran tesoro para dar muestras del apego al equipo de su vida.
… Pues también hay a quien le incomoda eso, fíjese usted quién lo iba a decir en un mundo éste en el que casi nunca a nadie le molesta nada (guiño-guiño-codazo-codazo). "Puro postureo", esgrimen algunos avinagrados. Y yo me pregunto: ¿Qué tiene de malo, a quién ofende ese nimio gesto y por qué? Que el aficionado albiazul presuma de formar parte de esta familia a mí, particularmente, me chifla. Hace 30 años, cuando éramos tres y el del tambor en el viejo Municipal, aquí pocos presumían de fidelidad recreativista. Por fortuna, esa época de desidia hace mucho que pasó. Vanagloriarse de ser de un equipo grande que vive cada año en la élite y para el que cada victoria es una rutina muy difícil no debe resultar, pero oiga, el que sea de esa escuadra bien hará en decirlo con vehemencia, que para eso es el escudo de su corazón. Sin embargo, el albiazul que hace pública su condición anuncia al mundo que es del Decano pese a llevar una tralla tremenda, seis años en un desesperante infierno, acumular más de una década sin una alegría deportiva gorda y portar en la espalda decenas de dificultades deportivas y extradeportivas que casi llevaron al club más antiguo de España al purgatorio. Todos ellos merecen, creo yo, su cariñoso reconocimiento.
Disfruto una barbaridad cuando veo al que luce con orgullo un número bajo de abonado del Decano porque demuestra su eterna fidelidad, una bonita tradición y una herencia familiar, pilares del Recre de siempre, pero casi saboreo aún más cuando advierto a quien enseña un número de los altos porque significa que en esta época tan durísima (pero dura, dura, dura) que nos ha tocado vivir este se ha acercado a nuestra peculiar familia para arrimar el hombro y tratar de sacar al Decano de unas muy puñeteras arenas movedizas. Y si eso es únicamente postureo, qué quieren que les diga: que viva ese bendito postureo por siempre.
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