Juanma G. Anes

Entre la bala y la pared

La Platea

03 de diciembre 2019 - 01:36

El fútbol es tan maravilloso que es imposible ser categórico sobre él, aunque no es menos cierto que si ves que te vas acercando a un peligroso abismo, si nadie es capaz de poner freno a la caída y si en el borde del precipicio sigues repitiendo lo mismo que hacías cuando se inició la cuesta abajo lo lógico es que acabes enterrado en lo más profundo de la cueva de Voronia. A veces ocurren cosas extraordinarias, pero son tan infrecuentes que parece arriesgado abrazarse a la fe de soñar con una gesta. Sería casi como confiar ciegamente en que todos los que estamos aquí volveremos a ver pasar el Halley.

Una de esas cosas insólitas aconteció cuando Rafa Benítez dirigía al Valencia. En mitad de la temporada el equipo che perdía al descanso en el estadio de Montjuic -por aquel entonces, la casa del Español-, y los directivos del equipo levantino tenían en una mano la guillotina para cortarle la cabeza al madrileño y en la otra el teléfono para marcar el número del sustituto y decirle que, al día siguiente, se pusiera manos a la obra. De forma sorprendente ese partido lo acabó remontando el Valencia; gracias a ello, a Benítez y a su cuello le dieron un partido más, y otro, y otro… y salió campeón, un mérito inconmensurable. La historia cambió para el valencianismo en menos de 45 minutos.

Si, como parece, a Monteagudo le sigue quedando una vida extra después de esta horrible racha (y, lo que es peor, después de la horrorosa imagen dada, de forma especial, en estos últimos dos partidos), tendrá que valorar muy mucho la sangre fría de Zamora, Zambrano y compañía. Y si en Sevilla tampoco se arregla esto y nos encontramos en el mismísimo abismo Challenger entiendo que ya no habrá más remedio que pulsar el botón rojo que pida a voces al comodín del repuesto, usar la última bala, porque llegar a mitad de diciembre con más urgencias -aún- significa que el fracaso llama a la puerta. Lo que es para estudio serio es que todos estos últimos aniversarios hayan estado ensombrecidos por problemas deportivos, económicos o conjuntos. Desde aquel centenario tenemos la negra con las efemérides claves. Vaya cruz lleva siempre encima el Abuelo, aunque menos mal que, a diferencia de lo que parecía hace no mucho, sigue con la cruz a cuestas, que no es nada irrelevante si se mira a otras ciudades…

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