Paco Barroso.com
Quizá no haya un motivo por el que esta tarde de agosto se me ha venido a la cabeza Paco Barroso. O sí. ¡Quien sabe por qué andan las cosas en la cabeza de uno!, pero cuando le robé esa foto al perfil de Facebook siempre rondó la idea de hablar de ese torero que tanto ilusionó a la Huelva de tardes colombinas y a la otra, la de la provincia que una y otra vez se volcaba en seguir a ese torero, recio en la valentía que había llamado la atención en aquella incursión por tierras peruanas con Simón Casas de apoderado y una cornada fuerte esperando a las puertas de Madrid en el calor agosteño de 2000.
El caso es que no se me ha venido Barroso a la memoria por curriculum profesional alguno ni fechas destacadas de antaño, cuando las taleguillas toreras hacían mérito a una afición y honor a un padre que a capa y espada abogó siempre por su torero. Eso, lo del curriculum, lo tiene cualquiera que haya tenido valor para ponerse delante del toro. Mantener la cabeza erguida ante la vida, haber sabido dejar la profesión cuando tocó el momento y hacerlo sin amargor y habiendo respetado todo dentro y fuera del ruedo, eso, no está al alcance de cualquiera y Barroso lo hizo.
No sé. Quizá hoy, entre tanta rueda de quienes no son apenas una moña de su zapatilla, me haya acordado de ese torero al que la vida me dejó llamar valiente muchas tardes de crónica en este periódico. Quizá a veces, a lo mejor por eso, haya que destacar a quienes desde otra atalaya diferente a la del vestío de torear sigan haciendo demostración de una educación y amor a la Fiesta como el de Francisco, un tipo educado y grande que seguramente tendrá en su vida muchos más de esos 182 likes que canta la foto.
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