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Más allá de la simple conmemoración del descubrimiento de un nuevo continente, C. Deborcet afirma: “… Au-delà de la simple commémoration de la découverte d’un nouveau continent, ce type de discours offre la possibilité au Roi de rappeler que la date du 12 octobre marque pour tous les peuples hispano-américains la naissance d’une nouvelle réalité, qui est une culture commune, leur culture commune…” (sic). “… Más allá de la simple conmemoración del descubrimiento de un nuevo continente, este tipo de discurso ofrece la posibilidad al Rey de recordar que la fecha del 12 de octubre marca para todos los pueblos hispanoamericanos el nacimiento de una nueva realidad que es una cultura común, su cultura común…” .
Juan Carlos I, como sabemos, fue proclamado rey el 22 de noviembre de 1975, tras la muerte de Francisco Franco, de acuerdo con la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado de 1947, y exaltado al trono el 27 de noviembre con una ceremonia de unción llamada, Misa de Espíritu Santo, (el equivalente a una coronación) celebrada en la histórica Iglesia de San Jerónimo el Real de Madrid. En sus discursos del 12 de octubre muestra a España, personificada y elogiada al recordar la grandeza de España y las acciones de los Reyes Católicos en términos políticos, económicos, culturales y sociales.
El año 1976, como Rey, Juan Carlos en sus primeras manifestaciones simbolizó el deseo de crear nuevos vínculos de España con América Latina, basados en la cooperación y el entendimiento mutuos.
En su primera visita a tierras latinoamericanas le permitió al Rey redefinir el concepto de hispanidad basándolo en un destino común e invitando a los países a colaborar con equidad e independencia. ¿Consecuencia? C. Decobert en su análisis expone que: “… Le Roi a donc établi dès ce premier discours une rupture avec les faux alibis contenus dans les termes « mère patrie », « peuples frères » et « hispanité » pour laisser place à une communauté des peuples, qui, par ses caractéristiques, ses traditions et son langage commun cherchent une forme de collaboration plus en harmonie avec les relations existantes entre les nations du monde d’alors…” (sic). “… El Rey establece en este primer discurso una ruptura con las falsas excusas (alibí) contenidas en los términos madre patria, pueblos hermanos, e hispanidad para dar cabida a una comunidad de pueblos, cuyas características, tradiciones y lenguaje común buscan una forma de colaboración más en armonía con las relaciones existentes entre las naciones del mundo de entonces…”.
Cita textual del discurso de 1976: “…La acción común que necesitamos con urgencia comienza indefectiblemente por el conocimiento mutuo. No podemos seguir teniendo apenas unas nociones sumarias, y a veces erróneas, de nosotros mismos. El conocimiento lo más completo posible de nuestras tierras y nuestras gentes, nuestra historia y nuestra actualidad, debe estar en la base misma de las enseñanzas que recibimos. […] Para esta tarea España está siempre dispuesta, como una más entre las naciones de la gran familia. Cuál ha de ser la misión de España en esa actuante comunidad, cuáles han de ser los servicios que hayamos de rendir a los demás, lo sabéis mejor vosotros que nosotros mismos. España no quiere definir su función, ni limitar sus contribuciones posibles, porque lo único que quiere, simplemente, es participar, convivir con vosotros…”.
Una de las razones que me llamó la atención, intentando profundizar en el concepto de Hispanidad, objeto de amplia bibliografía existente al respecto, fue el estudio cuantitativo que muestra C. Deborcet en su trabajo de análisis de los discursos. Quizás mi pasión, fascinación y amor por los números, y por qué no decirlo por cierta deformación profesional, me “obligó” a poner más interés y atención, si cabe, por el artículo de la investigadora francesa.
Muchas veces nos preguntamos, ¿por qué son tan importantes los números? Representan algo más que “una parte” de las matemáticas, desde el conocimiento y su utilidad como instrumento para medir. Soy consciente de la incredulidad, escepticismo y cautela que existe entre muchas personas al valorarlos como entes “apáticos” y “fríos”, no deben considerarse como elementos de un alfabeto con el que se escriben los discursos científicos, sino tener muy en cuenta su influencia en la teoría del pensamiento filosófico, artístico, arquitectónico, musical y literario.
C. Deborcet, nos presenta la aparición de términos como comunidad (62 veces) y sus derivados, comunidades (9 veces) y común (42 veces), hay que justificarlo tal vez, por el uso abundante de la primera persona del plural que acentúa el sentimiento de pertenencia a la misma comunidad. Nosotros se pronuncia 35 veces y abundan los adjetivos posesivos nuestro (59), nuestra (83), nuestros (47) y nuestras (1).
En el artículo de la semana pasada, aunque no lo explicité, los términos cooperación, cooperar, solidaridad, solidario, solidaria, también aparecen en cantidades semejantes.
Consecuentemente, aunque consciente de la pluralidad de estados hispanoamericanos, el Rey quiere que esta diversidad se transforme en riqueza. Por lo tanto, hace un llamamiento a todos los países que comparten un idioma, cultura, religión, fe y civilización comunes para que cooperen para crear una sociedad unida.
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