Crítica musical

La vigencia del pasado

  • Emilio Villalba y Cantica abren el XIII Ciclo Arquitectura y música con un lleno en la parroquia de San Pedro

La música antigua ha sentado un precedente en Huelva. Año tras año la Universidad ha logrado forjar en el público un gusto y una expectación que han deparado el progreso musical venido con el nuevo milenio. Precisamente, las sonoridades del Medievo, el Renacimiento y el Barroco armonizan con nuestras veteranas iglesias: haber recuperado esta música para tales entornos no sólo da categoría a nuestra ciudad, sino que conciencia a los onubenses de lo que realmente significa una cultura enraizada en la música. Evidencia de lo dicho fue una asistencia masiva a la Parroquia Mayor de San Pedro.

Un hecho notable de estos conciertos es la hermosa sencillez de sus piezas, donde una voz y un instrumento bastan para cautivar al público, que en ocasiones se envuelve de ese silencio bienhechor inherente a un templo. Siempre nos quedamos con la sensación de que la gran música es también un rito donde intérpretes y público están unidos poderosamente. Contábamos el miércoles con tres músicos que alternaron el canto y el toque acercándonos piezas exóticas que prestigian el instrumentario antiguo. Además, el programa poseía un fuerte atractivo: el protagonismo de la mujer en el ambiente trovadoresco.

Ángeles Núñez es una soprano de voz fresca y comunicativa; su naturalidad se nutre en gran medida de las tradiciones árabes y orientales. A este respecto, a la mitad de la velada manifestó esta riqueza expresiva que se entronca en los cantos sefardíes. Elogiamos también de esta cantante cordobesa la claridad de su dicción, que le valía para unas interpretaciones deliciosas: cambiaba cómodamente del galaico portugués al francés y al latín. Resaltamos las dos obras de Guillaume De Machaut, orladas por un inmejorable acompañamiento instrumental. Sutil el uso de la percusión, que redondeó el sentido de algunas piezas.

Muy oportunas fueron las explicaciones de Villalba, con anécdotas eclesiásticas medievales

Emilio Villalba hizo un programa muy enjundioso al alternar convenientemente los instrumentos. Hermosísimas sus prestaciones con el rabab, timbre al que se asocia mucho de esta vertiente medieval recuperada en España en los últimos diez años. Más calante el timbre de la cítola, que aportaba un original colorido a la línea melódica del canto mientras que la viola de rueda revivió una de las estampas típicas de la Edad Media. Por su lado, Sara Marina nos obsequiaba con sonoridades mágicas, a la manera de universos en miniatura. Citemos dos ejemplos señeros: el órgano portativo, cuyos trazos aflautados dejaron absorto al público de San Pedro, y el clavicímbano, un lindo precursor de la tecla perfeccionada en el Barroco. Cuando se engarzaba con los instrumentos de Villalba escuchábamos maravillosas texturas.

El concierto contuvo excelencias de época servidas con aplomo y elegancia, se cuidaron las entradas instrumentales y las conjunciones sonoras. Sin embargo, en el cuerpo central de la velada la saturación de diseños y la secuencia de ritmos relegó a la voz, que eventualmente estaba justa de agudos. Muy oportunas las explicaciones de Villalba, que mencionó el por qué de la trompeta marina, la historia del Llivre Vermell y anécdotas eclesiásticas medievales.

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